¿Podremos ver a Dios en el cielo tal cual es?

No deberíamos temer a la muerte porque Dios nos espera con los brazos abiertos. Esto es posible por la obra redentora de Jesús en la cruz.

No deberíamos temerle a la muerte. Por la gracia de Dios que se manifestó en la muerte de Jesús en la cruz por nuestros pecados, nos asiste la certeza de que pasaremos la eternidad a Su lado.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Cuando nos referimos al cielo, hay muchos interrogantes que nos asaltan. Entre ellos: ¿Qué figura tendrá Dios? ¿Podremos verle? ¿Podremos orar en el cielo? ¿Será aburrido pasar la eternidad en el cielo?

Para avanzar, coincidamos en algo: Quienes mueren hoy, van al cielo donde está Dios el padre y Dios el hijo junto con las cortes angelicales. No obstante, cumplido todo el proceso en el que el mundo actual termine, estaremos en la Nueva Tierra (Apocalipsis 21).

Ese será nuestro hogar por siempre, compartiendo con nuestro Creador.

¿CON QUÉ FIGURA VEREMOS A DIOS?

Si nuestro corazón es limpio, lo que solo es posible cuando nos apropiamos de la gracia de Dios, podremos ver al Padre. Así lo enseñó Jesús:

“Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.” (Mateo 5: 8 | NVI)

Segundo: quedó claro en el ministerio terrenal de nuestro Salvador, que Dios es Espíritu:

«Dios es espíritu y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.» (Juan 4: 24 | NVI)

En tercer lugar, al igual que ocurrió con el profeta Isaías, es evidente que sabremos que es Él:

«El año de la muerte del rey Uzías vi al Señor sentado en un trono alto y excelso; las orlas de su manto llenaban el Templo. Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies y con dos volaban. Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria».  Al sonido de sus voces se estremecieron los umbrales de las puertas y el Templo se llenó de humo.» (Isaías 6: 1-4 | NVI)

Y, por último, el Señor Jesús enseñó que quien le ha visto a Él, ha visto al Padre:

“—Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta. Jesús le contestó: —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”?” (Juan 14: 8, 9 | NVI)

De lo que podemos tener la certeza hoy, porque así lo revelan las Escrituras, es que estaremos por siempre con Él:

«Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente.» (Apocalipsis 22: 3, 4 | NVI)

¿HABRÁ TIEMPO PARA ORAR?

Quizá es una pregunta que no se ha formulado. Pero es evidente que en el cielo se ora, porque Jesús mismo intercede por su pueblo, como anota el apóstol Pablo:

¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió e incluso resucitó y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.” (Romanos 8: 34 | NVI)

También aquellos que fueron asesinados por proclamar las Buenas Nuevas de Salvación, claman delante del Padre:

“Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su testimonio. Gritaban a gran voz: «¿Hasta cuándo, soberano Señor, santo y veraz, ¿seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte?».” (Apocalipsis 6: 9-10 | NVI)

Probablemente estas realidades le sorprenderán. No son invenciones ni especulaciones. Están en la Biblia.

¿NOS CANSAREMOS EN LA ETERNIDAD?

Hay quienes, al referirse al cielo, consideran que será algo aburridor, ¿Será así? Las Escrituras revelan que será un lugar de gozo, donde no habrá llanto ni dolor:

«Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».  El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!». Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza».» (Apocalipsis 21: 2, 5 | NVI)

Randy Alcorn, quien ha escrito bastante sobre el cielo, con fundamentación bíblica, anota lo siguiente:

“La muerte no es el fin de la historia. Jesús prometió que algún día viviremos con Él para siempre. Esto significa que viviremos después de la muerte. Tenemos el Espíritu Santo como promesa de que así ocurrirá.”

El Espíritu de Dios mora en nosotros y es un anticipo de la gloria que tendremos en Su presencia, como explico el Señor Jesús:

«Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo pediré al Padre y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: 17 el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará[a] en ustedes.» (Juan 14:15-17 | NVI)

Por ese motivo explica el apóstol Pablo que hemos sido sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1: 14) Es posible en términos prácticos, cuando nos apropiamos de la gracia y recibimos a Jesús en el corazón.

El cielo está a nuestra disposición. Es para todo aquél que reconoce sus pecados, se arrepiente y va al Padre en procura de la gracia divina. Hoy es el día para tomar esa decisión.


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