Decídase a cambiar y crecer, con ayuda de Dios

Es esencial que, en el proceso de cambio y crecimiento, no desmayemos. Es posible, prendidos de la mano de Dios.

Aunque las personas alrededor nuestro no lo entiendan, la gracia del Padre es real. Él perdona nuestra pecaminosidad y nos lleva a un nuevo nivel.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


No basta con anhelar un cambio. Es necesario emprender el proceso. Po supuesto, no es fácil. Alrededor nuestro, lo más probable es que hallaremos oposición. Pese a ello, en cada nuevo paso no estamos solos. Dios nos acompaña. Ese apoyo en cada nueva jornada, nos asegura la victoria.

El hijo pródigo tras enfrentar las consecuencias de apartarse de Dios y estar en el Pozo de la Desesperación, concluyó en la necesidad de volver al Padre.

Probablemente usted se encuentra en la misma situación. No dilate más una decisión que debe tomar hoy, lo antes posible. Es el comienzo de una nueva vida.

Recuerde que los pasos son sencillos:

  • Arrepentimiento
  • Confesión de los pecados delante de Dios
  • Rendición a Él y movernos, prendidos de Su mano

Los resultados le sorprenderán porque su existencia experimentará un vuelco definitivo.

Del hijo pródigo leemos en la Palabra:

 “Así que emprendió el viaje y se fue a su padre.” (Lucas 15: 20 | NVI)

Decídase a volver a casa, al hogar, a la relación con el cónyuge a quien quizá abandonó o, tal vez, restaurar la relación con los hijos. Hoy es el día oportuno.

LA MEJOR DECISIÓN: CAMINAR CON DIOS

Puede que en medio de la mundanalidad sienta que está viviendo su mejor momento.

No desconocemos las estratagemas de nuestro adversario, Satanás. Es hábil en engañar y quizá nos haga pensar que, como estamos hoy, es el mejor estado.

El Señor Jesús enseñó:

“¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?” (Mateo 16: 26 | LBLA)

Este pasaje me lleva a recordar la historia del joven ejecutivo con quien hablé al término de una conferencia.

Cayó en adulterio con una mujer mayor. De hecho, consideraba que la atracción radicaba en que ella tenía mucha experiencia.

En medio del dolor que causó a su familia, reflexionó en la necesidad de arreglar las cosas. “No puedo seguir así; debo volver con los míos”, se repetía una y otra vez.

No obstante, y aun cuando era consciente de la atadura, pensaba que era imposible salir de ese pozo sin fondo de la maldad, la lujuria y la infidelidad.

Solamente Cristo lo hizo libre y, aunque debió asumir las consecuencias de su pecado, con el paso del tiempo se restauró la relación conyugal.

El apóstol Pablo escribió:

«Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso, y esmérate en seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad.» (1 Timoteo 6:11 | LBLA)

Lo atrayente de la mundanalidad es algo pasajero. No podemos quedarnos atados a esa situación cuando Dios nos ofrece la libertad plena, el perdón de pecados y la oportunidad de comenzar de nuevo.

¿QUIÉN DIJO QUE CAMBIAR SERÍA FÁCIL?

Si ya emprendió el camino hacia el cambio y decidió volver la mirada al Padre, no se detenga. Por supuesto, encontrará críticos, burladores y quienes se opongan—incluso en la misma familia–; sin embargo, debe seguir adelante, sin volver atrás.

El patriarca Job escribió hace ya varios siglos:

«Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro.  En sus sendas he afirmado mis pies; he seguido su camino sin desviarme.» (Job 23:10-11 | LBLA)

A través de sus jornadas diarias, aunque parezcan muy complejas y sienta el deseo de abandonarlo todo, no se desprenda de la mano de Dios. Como anota el patriarca, Él conoce nuestros caminos y nos sacará avante de cualquier prueba.

Jamás será victorioso en sus fuerzas, porque la salvación no es por obras. Es por la gracia de Dios, quien manifestó Su amor por los pecadores, al enviar a Su Hijo Jesús a la cruz. Puede que muchos no lo entiendan y hasta desestimen esta realidad, per ya con antelación lo había advertido el apóstol Pablo:

El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios.” (1 Corintios 1: 18 | LBLA)

Aunque las personas alrededor nuestro no lo entiendan, la gracia del Padre es real. Él perdona nuestra pecaminosidad y nos lleva a un nuevo nivel.

PERSEVERE EN SU DECISIÓN

Cuando tomamos la decisión de cambiar y nos apropiamos de la gracia de Dios, un elemento que debe afirmarnos es la perseverancia. No en nuestras fuerzas, sino en las fuerzas que nos provee el Hacedor supremo.

En la primera carta a los creyentes de Corinto, el apóstol Pablo escribió:

«Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre.» (1 Corintios 9:25 | LBLA)

Jamás lo olvide: la palabra clave es perseverancia. Y es justamente la perseverancia la que nos permite llegar a la meta, a la Presencia de Dios por eternidad. ¡No permita que Satanás, con sus engaños, lo saque del camino!


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