La vida nueva se refleja en un caminar diario en justicia y santidad en consonancia con el plan original del Supremo Hacedor. Por nuestra voluntad no es posible, pero sí cuando dependemos de Dios.
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo
Imagine por un instante que vivir en la gracia de Dios, es tanto como atravesar un puente que, a la vez, sirve de frontera entre dos países. Dejamos atrás una nación en la que vivíamos sujetos a la carne, al pecado y la culpabilidad, y emprendemos una existencia renovada en otra región, donde hay perdón, oportunidad de escribir nuevos capítulos de la historia personal y familiar y, además, la eternidad con el Padre. Es una forma gráfica de describir la gracia.
Es a lo que, en general, se refiere el apóstol Pablo en Efesios 4:17-32, un pasaje maravilloso de las Escrituras sobre el cual vale la pena reflexionar una y otra vez.
El apóstol Pablo aborda el asunto de la transformación por la gracia divina, al señalar que debemos pensar diferente. Esto por supuesto, implica romper viejos paradigmas y patrones de la mente, que nos llevan a una conducta errática recurrente.
“Así que les digo esto e insisto en el Señor: no vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de sus corazones, estos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios. Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes.” (Efesios 4: 17-19 | NVI)
¿Hemos tenido revelación y comprensión de la gracia de Dios? Si es así, no podemos vivir como antes, sumidos en la pecaminosidad sin que nos remuerda la conciencia.
Renovar nuestra forma de pensar, está en consonancia con la exhortación a los creyentes de Romana en el primer siglo y a nosotros hoy:
“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual,[a] ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.” (Romanos 12: 1, 2 | NVI)
Y, también, la enseñanza a los cristianos de Filipos:
“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” (Filipenses 4: 8 | NVI)
Si fuéramos a parafrasear las dos enseñanzas, podríamos sintetizar el asunto en una frase corta, pero contundente: Nuevos pensamientos, nueva vida.
MARCAR LA DIFERENCIA, UN DISTINTIVO DE LA GRACIA
Cuando nos apropiamos de la gracia de Dios, se produce una transformación en nuestra existencia. Así lo deja planteado Pablo:
“No fue esta la enseñanza que ustedes recibieron acerca de Cristo, si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.” (Efesios 4: 20, 21 | NVI)
El Padre no nos obliga a experimentar esa transformación, que implica una decisión y perseverancia. Él nos ofrece la gracia. Hay quienes la asimilan y asumen en su vida, pero también quienes la rechazan.
No es por esfuerzos propios como se producen cambios en la existencia de cada quien. Es por la gracia que nos lleva a tener una nueva vida, con una naturaleza renovada, que proviene del amor de Dios.
La vida nueva se refleja en un caminar diario en justicia y santidad en consonancia con el plan original del Supremo Hacedor. Por nuestra voluntad no es posible, pero sí cuando dependemos de Él, caminamos de su mano y nos afirmamos en la gracia que nos perdona y fortalece para dar cada día un paso a la vez.
RENUNCIAR A VIEJOS PATRONES DE VIDA
Sin Cristo nuestra forma de pensar y actuar es equivocada y nos lleva de fracaso en fracaso. Si nos acogemos a la gracia, descubrimos y nos amparamos en una vida renovada como leemos en la Palabra:
“Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. «Si se enojan, no pequen». No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol ni den cabida al diablo. El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados. Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios con el que fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4: 25-32 | NVI)
El pasaje enumera las nuevas líneas de pensamiento y acción que se derivan de vivir en la gracia de Dios:
- Dejar de mentir.
- Gestionar nuestras emociones.
- Depender de Dios en todo el proceso de transformación.
- Abandonar la deshonestidad.
- Evidenciar generosidad con el necesitado.
- Asumir un vocabulario apropiado y edificante.
- Dejar de lado la amargura y comportamiento asociados a la irascibilidad.
- Asumir una actitud bondadosa.
Todo está permeado por una decisión de perdonar, al tiempo que seamos conscientes de que nuestra nueva forma de pensar y de actuar, honra a Dios y a Su Espíritu Santo.
Haga un alto en el camino. Su vida anhela y necesita un cambio. No es posible en nuestras fuerzas, sino a través de la gracia. Y esa gracia, jamás lo olvide, se materializó con el sacrificio del Señor Jesús en la cruz, para traer perdón de pecados y vida eterna.
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