Cristianos que todavía pecan

Es evidente que, como seguidores del Señor Jesús, seguimos cometiendo errores. Muchas veces de manera involuntaria. Por ese motivo, algo que nos anima es la certeza de que, por la gracia de Dios, recibimos perdón.

Es evidente que, como seguidores del Señor Jesús, seguimos cometiendo errores. Muchas veces de manera involuntaria. Por ese motivo, algo que nos anima es la certeza de que, por la gracia de Dios, recibimos perdón.


 Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Para infinidad de personas ser cristiano representa un enorme desafío. Algunos lo consideran un compromiso abrumador. “Modificar tantos patrones de vida, aprendidos por años, resulta imposible”, dirá alguno. “No me resulta fácil cambiar mis reacciones y la naturaleza pecaminosa. Por esa razón, me doy por vencido.”, argumentará otro.

Probablemente usted se encuentra en la misma situación. Por años ha intentado infructuosamente transformar sus pensamientos y acciones, pero terminó en un rotundo fracaso. ¿La razón? Aun cuando no lo quiere, incurre en los mismos equívocos.

A estas personas y posiblemente a usted les asalta el desaliento y los vivos deseos de no proseguir. Comprensible si dejó de intentarlo.

  • ¿Hay alguna salida para el laberinto?
  • ¿Quizá alguna oportunidad para superar la situación?

La respuesta a estos dos interrogantes es un rotundo sí. En Dios encontramos la fortaleza para avanzar. Él nos guía en el camino y nos afianza en cada nuevo paso.

Prendidos de Su mano poderosa, descubrimos que sí es posible vivir a Cristo en las jornadas diarias y no morir en el intento.

SER CRISTIANO, UN VIAJE MARAVILLOSO HACIA LA VIDA PLENA

El apóstol Pablo marcó positivamente la vida de sinnúmero de hombres y mujeres a través de sus enseñanzas en el primer siglo. Aún hoy. Es un instrumento poderoso en manos de Dios. Los mensajes plasmados en las cartas que escribió, siguen vigentes.

Precisamente cuando escribió a los creyentes de Éfeso, la ciudad portuaria de Asia menor, rompió los esquemas con el saludo:

“Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso…” (Efesios 1: 1 | NVI)

Observe cuidadosamente que además del tono familiar en el que les habla Pablo, y se refiere a ellos como:

  • Santos
  • Fieles

Y eso aplica no solamente a los efesios de la época, sino también a nosotros.

La pregunta que quizá se estará formulando es, ¿cómo puede llamar santos a hombres y mujeres quienes, después de tener a Cristo en el corazón—porque lo aceptaron como Señor y Salvador–, siguen pecado?

Algo más: ¿Cómo puede llamar Pablo fieles a quienes quieren salir corriendo ante las primeras dificultades?

Dos preguntas válidas que no podemos pasar por alto. Es posible que usted mismo enfrente la disyuntiva.

CRISTIANOS QUE SIGUEN PECANDO

El asunto es que, pese a que somos creyentes en Jesucristo, seguimos luchando con el pecado. Está ligado a nuestra naturaleza. No obstante, Dios no nos ve así, merecedores del castigo divino, sino santos por la obra del Señor Jesús en la cruz. Eso es lo que marca la diferencia.

Al morir en la cruz, nuestro Salvador abrió las puertas para ofrecernos perdón de pecados de una vez y pasa siempre.

El evangelista Juan lo registra en los siguientes términos:

“De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.” (Juan 1: 16, 17 | NVI)

Observe cuidadosamente el énfasis que hace en la gracia de Dios.

¿Por qué somos considerados santos por Dios? La respuesta es sencilla: por su gracia, es decir, una bondad que no merecemos.

Es claro que no es por obras, porque los esfuerzos jamás alcanzarían para saldar la deuda por los pecados en los que incurrimos cada día. No podríamos colmar las expectativas del Padre.

En pocas palabras, es por gracia, por la obra que el Señor Jesús realizó en el Gólgota.

Por supuesto, fallamos. Entonces recordamos que no es por las obras buenas que somos salvos, sino por la gracia divina.

Es en ese contexto que encaja una frase común que encierra una profunda sabiduría: “Somos cristianos en proceso de construcción; todavía no somos un producto terminado.”

No se trata de meras palabras. Alude al proceso que vivimos día a día.

ESCOGIDOS PARA SER SALVOS

Cuando Dios creó el universo y al género humano, tenía la expectativa de que las cosas marcharan bien. Algo previsible. Pero también tenia claro que la simiente de Adán trasgrediría una pauta trazada por Él:

“… y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, 17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás».” (Génesis 2: 16, 17 | NVI)

El Padre les dio la oportunidad de elegir. No obstante, sabía que se dejarían tentar por Satanás. Producto de ese error, se harían merecedores de la condenación eterna.

Por ese motivo dispuso en su infinito amor promover la Salvación en Cristo, porque el hombre por sus medios jamás lo conseguiría.

El apóstol Pablo lo explicó en términos sencillos:

“Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo; y ahora lo ha revelado con la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio.” (2 Timoteo 1: 9, 10 | NVI)

Cada gota de sangre vertida por Jesús en el madero, nos limpió de todo pecado. Cuando nos arrepentimos tras reconocer el cúmulo de pecados cometidos que nos apartan de Dios, esas trasgresiones quedan borradas.

El autor cristiano, Charles Swindoll, escribió al respecto:

“Debemos creer en las promesas de Dios que ofrece perdón y limpia los pecados más grandes del quebrantado y arrepentido. Una de las realidades más difíciles de creer, aún para el creyente más maduro, es comprender la magnitud del perdón de Dios. Cuando meditamos y entendemos el asunto, Su gracia resulta demasiado buena para ser verdad.”

Una hermosa ilustración la ofrece el profeta Miqueas:

“¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar. Vuelve a compadecerte de nosotros.  pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7: 18, 19 | NVI)

Si usted aceptó a Cristo como su Señor y Salvador, los pecados que cometió y que comete, reciben perdón. Dios nos ve santos y sin mancha.

Ahora vamos al segundo aspecto: por fe en a gracia de Dios, avanzamos cada día, a pesar de las batallas que libramos diariamente contra la inclinación al pecado.

En esa dirección, permanecemos firmes y fieles. Con fallas, pero avanzando. Es a ese aspecto al que se refiere Pablo cuando llama a los efesios y a nosotros fieles.

Si aún no ha recibido a Cristo en su corazón tras arrepentirse de sus pecados y buscar el perdón de Dios, hoy es el día para que lo haga. Aprópiese de la gracia divina y emprenda una nueva vida y, de paso, asegure la eternidad.

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