Dios nos restaura por Su infinita Gracia

Dios nos asegura la victoria.

Puede que una vida de pecado le haya distanciado de Dios el Padre y, además, haya desdibujado el propósito original del Padre para Su vida. Hoy es el día de comenzar de nuevo.

«La Última Cena» es una de las obras más famosas del pintor renacentista, Leonardo da Vinci. Representa el emotivo encuentro final de Jesús con sus discípulos antes de su crucifixión. 

Da Vinci Fue pintada como un mural en el comedor del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, entre 1495 y 1498. Utilizó la técnica de témpera y óleo sobre yeso, innovadora para la época.

Tiene unas dimensiones de 4.60 metros de altura y 8.80 metros de ancho. La obra fue un encargo del duque Ludovico il Moro. La obra fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad, por la UNESCO.

SE PERDIÓ LA IMAEGEN ORIGINAL

Dada la técnica original, las imágenes se fueron desvaneciendo. Desde que Da Vinci finalizó la obra en 1498, seis restauradores trabajaron en la pintura. Cada uno de ellos cambió la fisionomía, las características y las expresiones de los apóstoles. 

Mateo, por ejemplo, era un hombre joven, pero los sucesivos intentos por detener el deterioro del mural lo habían convertido en un hombre mayor, de cabello oscuro y cuello pequeño. Igual el rosto de Jesús, fue modificado.

UN GRAVE ERROR

Todo el proceso de deterioro se produjo por un gran error de Da Vinci. Debido a su perfeccionismo, desestimó la tradicional técnica de la pintura al fresco, en la que el artista aplica la pintura sobre una capa de mortero de cal aún húmeda. Esta metodología hace que el pigmento se fije a la pared, pero requiere trabajar con premura para finalizar los trazos antes de que se seque la pared.

Para evitar las prisas y dedicarle más tiempo a cada detalle, Da Vinci decidió aplicar una técnica experimental que consistía en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso seca. Esto hizo que los pigmentos no quedaran adheridos de forma permanente a la pared.

RESTAURAR LAS IMÁGENES

En 1997 encargaron a la restauradora italiana, Pinin Brambilla, la tarea de salvar La última cena del deterioro.

«Cuando la vi por primera vez, no podía creer el estado en el que se encontraba la obra. No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible«, anotó al referirse a la ardua tarea que tenía delante. Un auténtico desafío.

Solo 20 años después de que Da Vinci terminara la pintura, comenzó a descascararse. La técnica utilizada por el pintor renacentista fue un auténtico fracaso. En 1652 la pintura estaba tan tenue y desvanecida que los monjes se sintieron cómodos haciendo una puerta en la parte de abajo del mural, cortándole los pies a Jesús, que probablemente estaban cruzados de una manera que presagiaban la crucifixión.

Trabajaron pequeños fragmentos utilizando lupas, instrumentos quirúrgicos y toneladas de paciencia. Se retiraron las capas de pintura y pegamento para dejar al descubierto los colores originales.

DIOS NOS RESTAURA

¿Qué relación tiene el equívoco del artista con la Gracia de Dios? Mucho. El pecado nos destruye. Desdibuja nuestra imagen original. Nos distancia del Señor. Afecta nuestra vida.

Sin embargo, Dios nos restaura, como anota el autor bíblico:

“¡Restáuranos, Señor, ¡y nos volveremos a ti! ¡Haz de nuestra vida un nuevo comienzo!” (Lamentaciones 5: 21 | RVC)

Hemos pecado. Tal vez mucho. Incluso, sentimos vergüenza del pasado. Sin embargo, antes que condenación, Dios nos ofrece perdón. No por nuestros méritos, sino por gracia.

Gracia es la obra que Jesús consumó en la cruz. Murió por nuestros pecados. Nos hizo justos delante del Padre. Nuestro pasado de maldad queda borrado.

Sin embargo, Dio no nos obliga a aceptar su gracia. Es una decisión que nos corresponde a usted y a mí. Acogernos al perdón ilimitado.

Hoy es el día para ponernos a cuentas con Dios. Apropiarnos de Su gracia. Comenzar una nueva vida. Reciba en su corazón a Jesucristo.

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© Fernando Alexis Jiménez | @Conexión365

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