¿Dios es el causante de la maldad en el mundo?

El pecado del género humano es el causante de los males que ocurren en nuestra sociedad. No es Dios, de quien la Biblia dice que es amor. Un análisis de este polémico tema a la luz de las Escrituras.

El pecado del género humano es el causante de los males que ocurren en nuestra sociedad. No es Dios, de quien la Biblia dice que es amor. Un análisis de este polémico tema a la luz de las Escrituras.

El discurso fue corto, pero contundente. Lo pronunció Carlos II, rey en Inglaterra. Lo pronunció ante unas decenas de personas, asombradas y al mismo tiempo, apesadumbradas, tras un incendio de casi cuatro días que arrasó con una quinta parte de Londres:

Les aseguro que el incendio fue ordenado por Dios y no es el resultado de alguien que, premeditadamente, haya querido provocar esta tragedia. No ha existido conspiración humana”, concluyó.

Alrededor reinaba el desconcierto. Por donde quiera que se miraba, todo eran ruinas. El ambiente estaba inundado por un humo que se iba disipando con la brisa y cenizas que abundaban por toda parte.

Con el paso del tiempo hay quienes aseguraron que las llamas cobraron fuerza en la panadería de Thomas Farriner, en Pudding Lane, poco después de la medianoche del domingo, y se extendió con rapidez.

La conflagración comenzó en la madrugada del 2 de septiembre de 1666 y se prolongó hasta el 5 de septiembre. La ciudad medieval, dentro de la antigua muralla romana, quedó desolada.

¿DIOS ES EL CULPABLE DE LOS MALES DEL MUNDO?

Si nos atenemos a las afirmaciones del rey Carlos II, fue la voluntad divina la que produjo la tragedia en Londres. Pero, ¿realmente Dios es el culpable por todo lo malo que ocurre en el mundo? No. Por el contrario, cuando leemos Génesis 1:31, encontramos que todo cuanto creó nuestro Padre, era bueno.

El evangelista Juan escribió:

«Éste es el mensaje que hemos oído de él, y que les anunciamos a ustedes: Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:5-7 | RVC. Cf. Santiago 1:13; 1 Corintios 14: 33)

Ahora, está claro que Dios tiene el control de absolutamente todo, pero no es quien provoca los males de la humanidad, las muertas, las violaciones, las enfermedades ni otros hechos catastróficos que causan dolor y desesperanza:

“Yo soy el que ha creado la luz y las tinieblas; yo soy el que hace la paz y crea la adversidad. Yo, el Señor, soy el que hace todo esto.” (Isaías 45:7 | RVC)

El mal no procede de Dios, sino del hombre en pecado. En esa dirección, permítame citar a Juan Calvino, cuando en la Institución de la Religión, escribe:

“… el Señor había declarado que «todo lo que había hecho… era extremadamente bueno» [Gén. 1:31]. ¿De dónde, entonces viene esta maldad del hombre, que se aleja de su Dios? Para que no pensemos que se refiere a la creación, Dios ha puesto Su sello de aprobación a lo que había salido de Él. Por su mala intención, entonces, el hombre corrompió la naturaleza pura que había recibido del Señor; y por su caída hizo que toda su descendencia cayera con él en la destrucción. En consecuencia, debemos contemplar la causa evidente de la condenación en la naturaleza corrupta de la humanidad – que está más cerca de nosotros, en lugar de buscar una causa escondida y totalmente incomprensible en la predestinación de Dios.”

Ahora, aquí hay que aclarar algo: el pecado no fue creación divina. Es la consecuencia de tomar decisiones equivocadas. Hacer un mal ejercicio del libre albedrío que nos ofrece el Padre celestial. El pecado es simplemente una falta de perfección moral en una criatura caída. Las mismas criaturas caídas son plenamente responsables de su pecado. Y todo el mal en el universo emana de los pecados de las criaturas caídas.

Al respecto, el teólogo John MacArthur, escribe:

“… el papel de Dios en relación con el mal nunca es como Su autor. Simplemente, permite a los agentes del mal trabajar; luego anula el mal para Sus propios fines sabios y santos. En última instancia, es poderoso para hacer que todas las cosas – incluyendo todos los frutos de todo el mal de todos los tiempos – trabajen juntas por un bien mayor (Romanos 8: 28)”

Ahora, curiosamente, el verdadero causante de la maldad pasa desapercibido. Ha sabido vender su imagen, para que nadie reconozca lo que hace.

SATANÁS TRAS BAMBALINAS

Cuando vamos a las Escrituras, leemos que Satanás tiene el control:

“Ya no hablaré mucho con ustedes, pues viene el príncipe de este mundo, que ningún poder tiene sobre mí.” (Juan 14: 30 | RVC)

De hecho, el enemigo espiritual, cuando tentó al Señor Jesús en el desierto, se ufanó de tener el control del mundo:

«De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy alto. Allí le mostró todos los reinos del mundo y sus riquezas, y le dijo: “Todo esto te daré, si te arrodillas delante de mí y me adoras.» (Mateo 4: 8. 9 | RVC)

Por supuesto, el adversario no desperdiciará oportunidad para sembrar la mandad a través del género humano, como advierte el apóstol Santiago:

“Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos. El fruto de estos malos deseos, una vez concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido, es la muerte.” (Santiago 1: 14, 15 | RVC)

Sin embargo, en el cumplimiento de los tiempos, nuestro amoroso Dios y Padre acabará con el sufrimiento (Apocalipsis 21: 3, 4; Salmo 37: 9-11, 29)

EL ADVERSARIO BUSCA SU PERDICIÓN

Infinidad de personas se pierden cada instante. Van a la condenación. Se han dejado arrastrar por Satanás hacia la pecaminosidad. Y de la mano con las cadenas en las que se encuentran, deciden rechazar todo lo que esté asociado a Dios y sus enseñanzas.

El evangelista Juan advirtió:

“El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio.” (1 Juan 3: 8 | RVC)

¿Cómo anda su relación con Dios? Siempre resulta significativo que hagamos un alto en el camino para evaluarnos. Es importante esa evaluación. Reconocer que hemos pecado.

Desconocemos cuánto ha fallado. Incluso, si ha cometido trasgresiones que le avergüenzan. Un pasado de maldad que lo persigue como una sombra gigantesca, que le acompaña a todas partes y le roba sus mejores momentos.

EN LA GRACIA HAY PERDÓN

Pues bien, le tengo una muy buena noticia. Por Su infinita Gracia, Dios le perdona en respuesta a un sincero arrepentimiento.

Aunque hayamos sido muy malos, no solamente nos perdona, sino que—además—nos hace justos en Su presencia:

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.” (Romanos 8:33 | RVC)

Y, también, leemos:

«Ahora bien, para el que trabaja, su salario no es un regalo sino algo que tiene merecido; pero al que no trabaja, sino que cree en aquel que justifica al pecador, su fe se le toma en cuenta como justicia.» (Romanos 4: 4, 5 | RVC)

¿Qué significa esto? Que a pesar de toda su maldad, hay perdón en Dios, quien borra todo su pasado y aún su presente (Miqueas 7: 18, 19)

El teólogo inglés y quien fuera uno de los más grandes evangelistas en los últimos siglos, Charles H. Spurgeon, lo explica en los siguientes términos:

“… por la fe soy justificado mediante los méritos de Cristo, y tratado como si fuera perfectamente justo, hecho heredero de Dios y coheredero de Cristo, todo a pesar de corresponderme el primer lugar entre los pecadores. A pesar de que soy indigno, soy tratado como si fuera digno. Dios me ama con tanto amor como si siempre hubiese sigo alguien consagrado, pero no, era muy pecador. ¿Quién no se maravilla de todo esto? La gratitud por tal favor se reviste de amor indecible.” (Citado en el libro “Solamente por Gracia”)

El perdón de nuestro amado Dios es para todos, como aprendemos de una escena en la que Jesús estaba rodeado de pecadores:

«Cuando los escribas y los fariseos lo vieron comer con cobradores de impuestos y con pecadores, les preguntaron a los discípulos: «¿Cómo? ¿Éste come y bebe con cobradores de impuestos y con pecadores?» Jesús los oyó, y les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» » (Marcos 2:16-17 | RVC)

El amado Salvador nos muestra la Gracia y el perdón en pocas palabras. Por supuesto, los religiosos de la época y los de nuestro tiempo, no aceptan que recibir el perdón sea tan fácil. Tampoco, que, por esa misericordia, tengamos vida eterna. Por ese motivo insisten en que la salvación es por obras, por ser “buenas personas” y esforzarnos mucho. Están equivocados y desconocen deliberadamente lo que enseña el apóstol Pablo:

“Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie.” (Efesios 2: 8-10 | RVC)

Hay perdón para quienes se arrepienten. Así lo explica el apóstol Pablo al escribirle a su discípulo Timoteo:

“Esta palabra es fiel y digna de ser recibida por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” (| Timoteo 1: 15 | RVC)

Insistimos: no es por sus buenas obras que recibe la salvación, sino por la gracia de Dios.

DIOS NOS PERDONA Y NOS BRINDA OTRA OPORTUNIDAD

Aun cuando usted y yo debemos pagar por nuestra maldad, el preció lo llevó el Señor Jesús a la cruz. Con cada gota de su preciosa sangre, trajo perdón a nuestra vida y, también, vida eterna.

En su carta a los creyentes de Roma, el apóstol Pablo escribió:

«Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados, para manifestar su justicia en este tiempo, a fin de que él sea el justo y, al mismo tiempo, el que justifica al que tiene fe en Jesús.» (Romanos 3: 21-26 | RVC)

Dios nos hace justos, por Su infinito amor y gracia a quienes somos pecadores. Permítanos citar nuevamente a Charles F. Spurgeon, cuando escribe:

“Solo Dios puede justificar a los pecadores y puede hacerlo a la perfección. Dios echa nuestros pecados a sus espaldas, los borra, diciendo que, aunque se busquen, no se hallarán. No es por otra cosa distinta que por su bondad infinita que ha preparado un glorioso camino mediante el cual puede hacer los pecados que son rojos como escarlata, sean más blancos que la nieve y remover de nosotros las transgresiones tan lejos como el oriente del poniente”. (Citado en el libro “Solamente por Gracia”)

Piénselo por un instante. El curso de su vida puede cambiar. No es en sus propias fuerzas, sino por la obra redentora de Jesús, quien materializó la gracia perdonadora de Dios en la cruz.

Hoy es el día para dar el paso definitivo hacia el perdón de Dios. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Comience una nueva vida.

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Fernando Alexis Jiménez es ministro ordenado y sirve en la Misión Edificando Familias Sólidas. Desde el 2016 dirige el Instituto Bíblico Ministerial.

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