Librados de la muerte

Por la gracia, Dios nos libra de la muerte.

Jesús sacrificó su vida en el Calvario para salvarnos. Cada gota de sangre vertida en la cruz, nos limpió. Fue por gracia de Dios. No por merecimientos de ninguna índole. Cuando nos acogemos ala gracia, el Señor nos perdona.

¿Cuántos años hace que se construyeron?  Varios siglos. Pero no han pasado a la historia. Siguen vigentes, como también, lo que significaban y la razón por la que se edificaron. Nos referimos a las Escaleras de la Muerte. Un tramo de escalones de piedra construidos por los incas en la montaña Huayna Picchu, en Perú. Son famosas por ser empinadas y difíciles de subir. 

Se encuentran cerca de la cima de la montaña Huayna Picchu, a 2.693 metros sobre el nivel del mar. Están frente a Machu Picchu y ofrecen vistas al río Urubamba. 

Se caracterizan por ser estrechas, a menudo demasiado estrechas para que los escaladores de hoy coloquen ambos pies en un escalón simultáneamente. No tienen pasamanos ni elementos rudimentarios de seguridad a las que aferrarse.

Los escaladores dependen únicamente de las terrazas de un lado para recibir apoyo. El tiempo que se tarda en subir las Escaleras de la Muerte puede variar según su condición física y experiencia en senderismo. En promedio, puede tomar de 30 a 45 minutos recorrer esta desafiante sección.

Muchos de quienes las transitaron en la antigüedad, murieron. Lo testimonian los vestigios arqueológicos. Si se apartaban hacia un lado, se precipitaban al vacío.

Ahora, hagamos esta ilustración práctica. Cuando caminamos sin Dios ni ley, apartados de principios y valores, las consecuencias pueden ser la muerte espiritual y física.

El rey Salomón escribió una enseñanza milenaria:

«Hay caminos que el hombre considera rectos, pero que al final conducen a la muerte.» (Proverbios 14:12 | RVC)

Como nuestra inclinación natural es a la maldad, tenemos asegurada la muerte eterna (Eclesiastés 7:20-22)

La única salida para librarnos de la muerte eterna y estar por siempre en el infierno, fue la muerte del Señor Jesús. Su sacrificio redentor nos rescató del infierno.

Leemos en las Escrituras:

«Y Jesús tomó la copa, dio gracias y dijo: «Tomen esto, y repártanlo entre ustedes; 18 porque yo les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.» Luego tomó el pan, lo partió, dio gracias y les dio, al tiempo que decía: «Esto es mi cuerpo, que por ustedes es entregado; hagan esto en memoria de mí.» De igual manera, después de haber cenado tomó la copa y les dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por ustedes va a ser derramada.» (Lucas 22: 17-20 | RVC)

Jesús sacrificó su vida en el Calvario para salvarnos. Cada gota de sangre vertida en la cruz, nos limpió. Fue por gracia de Dios. No por merecimientos de ninguna índole. Cuando nos acogemos ala gracia, el Señor nos perdona.

NO ESTAMOS OBLIGADOS

Pero algo importante: Dios no nos obliga. Es nuestra decisión. Al reconocer nuestros pecados y arrepentirnos, solo nos queda acogernos al sacrificio de Jesús en la cruz, la consumación de la gracia del Padre por nosotros.

El autor cristiano, Wilkin Van De Kamp, explica:

“Los cristianos que han hecho esta elección experimentan a diario la riqueza de esta relación restaurada, y desean profundamente que los demás también la conozcan. Además de traer la reconciliación con Dios, la crucifixión de Jesús sirve como ejemplo supremo de abnegación. Se entregó por completo por nosotros. La Biblia llama a los creyentes a adoptar esta misma actitud servicial y generosa en sus propias vidas.”

¿Fácil de comprender? Por supuesto que no. Jamás alcanzaremos a comprender lo maravillosa que es la gracia divina.

El teólogo inglés, Arthur Walkington Pink (1886-1952), escribió:

“Pero ¿cómo puede el hombre caído comprender estas verdades a las que su corazón depravado se opone tanto? Toda la fuerza del intelecto es menos que nada cuando intenta, en su propia fuerza, comprender las cosas profundas de Dios. Puesto que “no puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27), es mucho más necesaria una iluminación especial del Espíritu Santo para que pueda penetrar en este altísimo misterio.”

Dios nos revela Su gracia y nos invita a acogernos a ella, para comenzar una nueva vida. Hoy es el día para tomar esa decisión y dar ese paso de fe. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.


© Fernando Alexis Jiménez | @Conexión365

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