¿Cómo vivir en la gracia de Dios?

El primer paso es arrepentirnos de nuestros pecados, pedir perdón a Dios y acogernos a Su gracia que salva. Decídase a vivir como siempre anhelo.

El primer paso es arrepentirnos de nuestros pecados, pedir perdón a Dios y acogernos a Su gracia que salva. Decídase a vivir como siempre anhelo.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial 


Hans se formó en teología, se ordenó como pastor y, en el ejercicio ministerial, entró en una crisis de fe indescriptible. “Cuestionaba mis propias convicciones”, relata y admite, que esa búsqueda de propósito en la vida, lo llevó a consultar doctrinas y enseñanzas de la mayoría de las religiones más grandes del mundo. Ninguna satisfacía su anhelo y curiosidad.

Un día concluí que hablaba demasiado y que, unido a mi falta de una fe sólida, era como un barco a la deriva”, señala al explicar por qué razones, durante varias semanas decidió emprender el recorrido de 900 kilómetros del camino que conduce a Compostela, en España, donde se dice, reposan los restos del apóstol Santiago. Escogió la ruta francesa, la más larga.

Para Hans fue una experiencia inolvidable porque, a pesar del sol inclemente y las condiciones del clima, guardando su propósito de no decir palabra, se encontró con Dios. “Debería decir mejor que Dios siempre me extendió la mano, por su gracia, pero a pesar de ser elegido por Él desde la eternidad, andaba huyendo siempre”, precisa

De regreso a casa, en los Estados Unidos, inició ese maravilloso proceso de transformación que solamente el Padre puede obrar en nosotros, al tiempo que retomó su programa radial.

ES HORA DE VOLVERNOS A DIOS

La decisión de seguir en crisis a nivel personal, espiritual y familiar, está en sus manos. Desperdicia una vida renovada que Dios le ofrece por Gracia. Él nos escogió desde antes de la fundación del mundo, para ser regenerados, justificados y santificados. No en nuestras fuerzas, sino por la obra de Jesús en la cruz.

Cuando vamos al libro del patriarca Job leemos:

“Pero si le entregas tu corazón y hacia él extiendes las manos, si te apartas del pecado que has cometido y en tu morada no das cabida al mal…” (Job 11: 13, 14 | NVI)

Observe que el proceso comienza cuando le rendimos el corazón al Señor. Dejamos de procurar, con buenas obras, ganarnos el cielo y, de paso, Su divina aceptación. Cada vez que nos empecinamos en esta ruta, desestimamos la gracia salvadora.

El escritor, Brownlow North (1810-1875), anota lo siguiente:

«Dios no perdonará el pecado de ningún hombre por el hecho de que haya sufrido aquí, y es tan cierto como Su palabra que los sufrimientos que experimentará en el lugar a donde ahora se dirige, serán mucho más terribles que los que aquí haya conocido, a menos  que abandone de una vez por todas, la confianza en los sufrimientos o las buenas obras, y descanse  su esperanza en la salvación por la obra y los méritos del Señor Jesús en la cruz.»

El primer paso es arrepentirnos de nuestros pecados, pedir perdón a Dios y acogernos a Su gracia que salva.

VIVIR EN LA GRACIA DE DIOS

Cuando acogemos la salvación que viene de Dios por su gracia, emprendemos el viaje de cambio y crecimiento que siempre hemos anhelado.

“… entonces podrás llevar la frente en alto y mantenerte firme y libre de temor. Ciertamente olvidarás tus pesares o los recordarás como el agua que pasó. Tu vida será más radiante que el sol de mediodía y la oscuridad será como el amanecer. Vivirás tranquilo, porque hay esperanza; estarás protegido y dormirás confiado.” (Job 11: 15-18 | NVI)

Cuando Dios mora en nosotros, por el Espíritu Santo, no solamente nos convertimos en Su templo, sino que, además, avanzamos paso a paso en el proceso de crecimiento.

De la mano con esa nueva forma de pensar y actuar que buscan glorificar a Dios, disfrutamos de paz interior. Es no significa que los problemas terminan. En absoluto. Sin embargo, en medio de las tormentas más aterradoras de la cotidianidad, conservamos la serenidad porque nuestra confianza está depositada en Dios.

DISFRUTE DE LA GRACIA DE DIOS

Por muchos años nos enseñaron a mirar a Dios como alguien a quien hay que temer, porque está a la espera de nuestros equívocos, para destruirnos y enviarnos al infierno. No nos hablaron del Padre amoroso, que sin dejar de lado el ser justo, nos ama y no quiere que nos perdamos por la eternidad.

Aunque los pecados que cometimos ameritaban la condenación eterna, Él dispuso que su Hijo Jesús muriera en la cruz para borrar nuestros pecados con su sangre y abrirnos las puertas a una nueva vida.

El patriarca Job al referirse al cambio en nuestra vida, que entendemos es por gracia, anota:

“Descansarás sin temer a nadie y muchos querrán ganarse tu favor. Pero los ojos de los malvados se apagarán; no tendrán escapatoria. ¡Su esperanza es exhalar el último suspiro!».” (Job 11: 19, 20 | NVI)

Es cierto, humanamente no podemos ser salvos. No es una decisión nuestra, fue el Padre celestial quien decidió salvarnos por Su gracia. No obstante, es necesario dar el paso y abrir las puertas del corazón a Aquél que no solamente nos permite arrepentirnos, sino renunciar al pecado deliberado.

¿Y si volvemos a fallar? Estamos en la gracia. Es esencial pedir perdón y reemprender el camino, prendidos de la mano del Supremo Hacedor –1 Juan 1: 9.


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