La gracia de Dios se manifiesta de muchas maneras. Es su forma maravillosa de obrar en medio de nuestras vidas. Una historia apasionante que le hablará del amor ilimitado del Padre.
El vasto Pacífico, con su inmensidad azul, se había tragado su sueño. Lo que comenzó como una aventura familiar a bordo del yate Lucette, se transformó en una pesadilla cuando una manada de orcas lo embistió.
En cuestión de minutos, Douglas Robertson, su esposa Lyn, sus hijos Douglas y Neil, y un amigo de la familia, Robin, se vieron flotando en una balsa salvavidas, con el único consuelo de un pequeño bote inflable.
Habían perdido todo, excepto la fe que llevaban en sus corazones.
Los días se volvieron semanas.
El sol implacable les quemaba la piel y la sed se hacía sentir.
Cada amanecer era un recordatorio de su vulnerabilidad, pero también de la fuerza de su unión.
Douglas, el patriarca, sabía que su papel iba más allá de ser el capitán de un barco; ahora era el ancla espiritual de su familia.

AFERRARSE A DIOS COMO SALIDA
En esos momentos de desesperación, se aferraban a las oraciones y a las promesas de Dios.
En la Palabra leemos:
“Bueno es el Señor; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían.” (Nahum 1:7)
Recordaban pasajes bíblicos que hablaban del cuidado divino, de la providencia que se manifiesta incluso en las circunstancias más adversas.
La gracia de Dios se hizo palpable de maneras inesperadas.
Un día, una tortuga flotó cerca de la balsa, proporcionándoles carne y agua para sobrevivir. Otro día, una lluvia inesperada les permitió rellenar sus recipientes de agua.
Aprendieron a pescar, a ser ingeniosos y a compartir cada bocado, cada gota, con un espíritu de gratitud.
La adversidad, en lugar de separarlos, los unió más. Se convirtieron en un testimonio vivo de la resiliencia familiar, del amor que se fortalece en la prueba.

MÁS DE UNA SEMANA A LA DERIVA
Después de 38 días a la deriva, cuando las esperanzas comenzaban a flaquear, la mano de Dios se hizo visible.
En el horizonte, apareció un pesquero japonés.
Cuando confiamos en el Señor, Su ayuda no se deja esperar:
“El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!” (Salmo 18:2)
El rescate fue un milagro que superaba cualquier lógica humana. Habían recorrido miles de millas, pero la fe les había mantenido a flote.

LA GRACIA ILIMITADA DE DIOS
La historia de la familia Robertson no es solo un relato de supervivencia, sino un recordatorio poderoso de que la Gracia de Dios es suficiente.
En los momentos de mayor debilidad, cuando todo parece perdido, es la fe la que nos sostiene y el amor familiar el que nos da la fuerza para seguir adelante.
Jamás olvide lo que enseña la Palabra:
“Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.” (Proverbios 3:5-6)
Su viaje en alta mar se convirtió en una metáfora de la vida misma: un recordatorio de que, aunque las tormentas sean inevitables, no estamos solos.
La mano del Padre nos guía, y su amor es la brújula que siempre nos lleva a casa.
¿Quiere una explicación práctica de la gracia de Dios?
Aquí va. Por gracia Dios perdona toda nuestra maldad. Lo ha leído bien, toda. Los pecados del ayer y del presente.
Jesús pagó por nosotros en la cruz. Con su sangre preciosa nos limpió de toda maldad y nos presentó como santos y justos delante del Padre.
La gracia está disponible para usted. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.
Fernando Alexis Jiménez sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Transmite el Programa Vida Familiar y, desde el 2016, dirige el Instituto Bíblico Ministerial.