¿A quién acude usted en la desesperación?

Dios nos liberta de la desesperación.

La única salida del laberinto radica en volver la mirada a Dios; entregarle el momento aciago que estamos atravesando.


¿Alguna vez ha enfrentado una situación desesperanzadora, hasta el punto de sentir que no hay salida al laberinto? ¿Qué hizo en esos momentos de desespero?

Todos hemos experimentado situaciones así. Son inevitables. Algunas crisis, salen al paso cuando menos lo esperamos.

El asunto no son las situaciones adversas como tal, sino la manera como las enfrentamos.

De nuestra reacción depende salir airosos o, por el contrario, precipitarnos a una espiral sin fondo.

EL EMPRESARIO QUE LO PERDIÓ TODO

Un hombre de la antigüedad era un próspero empresario que marcaba a su generación a partir de sus principios y valores.

Sin embargo, en cuestión de días lo perdió todo. Quedó en la ruina, pero más grave aún, perdió a sus hijos.

Nos referimos al patriarca Job.

Se encontraba al borde de la locura, como consecuencia de la profunda crisis en la que se vio inmerso.

Afrontó depresión, desesperanza, ganas de morir. Todo lo peor que usted pueda imaginar.

En medio del desasosiego se atrevió a decir:

«¿Por qué no me trataron como a un abortivo, y me enterraron para nunca ver la luz? ¿Por qué llega a ver la luz el que trabaja, y se deja vivir al de espíritu amargado? Esperan la muerte, y ésta no llega, aunque la anhelan más que al oro, ¡pero cuán grande es su alegría cuando al fin encuentran el sepulcro!»(Job 3:16, 20-22 | RVC)

Piénselo por un momento: ¿Se identifica con Job? ¿Alguna vez se ha sentido como este empresario que vivió aproximadamente en el año 2010 a.C.?

Job habitó en Uz, una tierra ubicada al este del río Jordán, posiblemente cerca de la zona donde vivían los descendientes de Abraham. 

TODAS LAS CRISIS TIENEN SOLUCIÓN

Ninguna crisis, por grave que sea, es para siempre. Tendrá un fin, temprano o tarde.

El centro del asunto es cómo las enfrentamos. ¿Nos dejamos arrastrar por la desesperación? ¿Concebimos acaso la idea de quitarnos la vida?

La única salida del laberinto radica en volver la mirada a Dios; entregarle el momento aciago que estamos atravesando.

En uno de sus momentos más críticos, el rey David escribió:

«Busqué al Señor, y él me escuchó, y me libró de todos mis temores. Los que a él acuden irradian alegría; no tienen por qué esconder su rostro. Este pobre clamó, y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias.» (Salmos 34:4-6 | RVC)

Dios nos creó, conoce el profundo dolor que sentimos y la desesperanza que nos agobia. Es Dios quien tiene el control de todo y el único que puede ayudarnos.

ENTREGUE SUS CARGAS AL SEÑOR

Cuando atravesamos prolongados desiertos en la vida, tenemos dos opciones: dejarnos envolver por los problemas y ahogarnos en la desesperación o, bien, entregar toda nuestra situación en manos del Señor.

Nuestro Salvador Jesucristo dijo a una multitud y a nosotros hoy:

«Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma; porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.» (Mateo 11:28-30 | RVC)

Seguir llevando una pesada carga no nos ayudará más que a ver todo sumido en la oscuridad, sin salida. Sólo en Dios encontramos consuelo y apoyo para salir de las situaciones dolorosas y agobiantes.

ES TIEMPO DE ACOGERNOS A LA GRACIA

Dios nos saca del foso de la desesperación porque nos ama. Basta que acudamos a Él y dejemos de luchar en nuestras fuerzas.

Igual el proceso de cambio y transformación que tanto anhelamos.

El Señor nos ayuda en todo el proceso, por gracia. ¿Y qué es gracia?, quizá pregunte. Es el amor de Dios expresado en perdón. Dios perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento.

Aunque merecíamos morir en la cruz por nuestra maldad, el Señor Jesús fue al Calvario en nuestro lugar. Por su sangre preciosa vertida en el madero, los limpió de todos los pecados pasados, presentes y futuros.

«Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.» (Efesios 2:8-10 | RVC)

Al recibir perdón por gracia, somos justos delante del Padre. Es decir, no nos ve pecadores merecedores de la muerte, sino como justos y santos. Como nuevas criaturas:

«De modo que, si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!» (2 Corintios 5:17 | RVC)

Usted nace de nuevo al acogerse a la gracia divina. Pero hay un detalle: aunque la gracia de Dios está disponible para todos, Dios no nos obliga a acogernos a ella. Es una decisión personal. Usted debe dar el paso.

Hoy es el día para que se apropie de la gracia y emprenda una nueva vida. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.


Fernando Alexis Jiménez sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Transmite el Programa Vida Familiar y, desde el 2016, dirige el Instituto Bíblico Ministerial.