7 grandes desafíos de la vida matrimonial

Es fundamental que hagamos un alto en el camino. ¿En qué estamos fallando en la vida familiar? Una vez identificamos los errores, es esencial proceder a corregirlos con ayuda de Dios.

Es fundamental que hagamos un alto en el camino. ¿En qué estamos fallando en la vida familiar? Una vez identificamos los errores, es esencial proceder a corregirlos con ayuda de Dios. Un proceso que se construye día a día.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial  


¿Por qué el índice de divorcios entre los matrimonios es tan alto? Una pregunta recurrente que podría tener muchas respuestas. Pero el común denominador radica en que se llega al altar o quizá, como pareja se toma la decisión de unir las vidas, sin la debida preparación.

Al respecto el autor cristiano en temas de familia, Gary Smalley, escribe:

“Generalmente tanto el hombre como la mujer llegan al matrimonio con la expectativa de un cuento de hadas y, además, sin mayor preparación. A vuelta de poco tiempo, las consecuencias no se dejan esperar.”

Por supuesto, uno debería tener una aproximación mínima a lo que representa ese enorme compromiso, a la luz de lo que leemos en la Biblia:

“—¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador “los hizo hombre y mujer”, y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, ¿y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”? Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Mateo 19. 4-6; Génesis 2: 24)

¿Qué se puede hacer? Sencillamente hacer un alto en el camino. Llegar a un acuerdo el cónyuge para identificar en qué se está fallando y, con ayuda del Dios creador de la familia, imprimir ajustes. Él nos guía en el paso a paso del proceso a seguir.

LOS GRANDES DESAFÍOS QUE DEBEMOS ENFRENTAR

Nada en la vida es fácil. No tendría por qué serlo. En la práctica, cada nuevo día es un reto. Y uno de los más grandes es construir la vida familiar, pero no en cualquier término, sino de manera sólida, con cimientos que duren toda la vida.

A continuación, encontrará algunos de esos desafíos más comunes:

> No darle a Dios el primer lugar que le corresponde en la vida familiar.

> No saber cómo recibir y dar amor al cónyuge y a los hijos.

> Desconocimiento del enorme compromiso de la vida familiar.

> No saber comunicarnos apropiadamente, con las palabras oportunas que edifiquen y no hieran los sentimientos de las personas que amamos.

> Falta de tolerancia frente a las diferencias de opinión con el cónyuge y los hijos.

> Desconocimiento de las diferencias emocionales, físicas y mentales de cada componente de la familia.

> No reconocer el hecho de que tener alguna diferencia, ese hecho no significa que el cónyuge o los hijos son nuestros enemigos.

Por favor revise el listado. En una libreta de notas usted podría sumar otros desafíos que ha experimentado en la práctica. Nos gustaría mucho que nos los compartiera para enriquecer esta nota. Basta escribirnos director@familiassolidas.com

LA VIDA FAMILIAR SE CONSTRUYE A DIARIO

Si hay un equívoco es pensar que construir una familia sólida es fácil. Tremendo equívoco. Es una construcción diaria, paso a paso. Y en el centro de todo, nuestro amado Padre Dios quien, a través de la Biblia, nos ofrece consejos valiosos.

El autor y conferencista, Gary Smalley, advierte:

“Las diferencias básicas por lo general afloran después de la boda y se convierten en fuente de muchos conflictos en el matrimonio. Los hombres y mujeres generalmente no pueden entender sus respectivas diferencias, a menos que hagan un esfuerzo.”

Entre los aspectos más comunes que debemos encarar, se cuentan:

> No existe una clara definición de roles, por lo que muchos cónyuges se enzarzan en discusiones para determinar quién tiene la autoridad.

> No se concilian fácilmente las perspectivas sobre las situaciones cotidianas que debe atender una familia. Cada quien quiere hacer lo que considera más conveniente.

> Por momentos, se mira el criterio de la pareja, como una clara oposición y, en ocasiones, como una declaración de guerra.

Es cierto, los gustos y apreciaciones alrededor de la vida, son diferentes en cada uno, pero al final del día, en lo que coincidimos es en el hecho de que los componentes de la pareja son compañeros de viaje (Génesis 2: 18)

En esa dirección, cabe recordar diariamente la enseñanza de nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo:

“—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?  —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos.  El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” (Mateo 22: 36-40)

Los conflictos son naturales en la vida conyugal y familiar en general. Pretender resolverlos en nuestras fuerzas resulta inútil. Lo más conveniente es pedir la ayuda de Dios. Él sabe cómo orientarnos sobre el camino a seguir.

¿QUÉ OCURRE CON LA ESPOSA INCOMPRENDIDA?

Cuando la esposa siente que no es comprendida en la relación matrimonial, enfrenta:

> Problemas psicológicos.

> Decaimiento emocional.

> Una actitud de prevención y rebeldía frente a su pareja.

> Desarrolla desconfianza hacia el cónyuge.

> Afectaciones en la salud mental.

Los grandes perjudicados terminan siendo los hijos, por supuesto. En algunos casos, experimentan inseguridad al criarse en un entorno donde hay confrontaciones permanentes.

¿Y QUÉ DECIR DE LOS ESPOSOS?

La situación no es menos compleja. Un esposo que se siente incomprendido en el hogar:

> Experimenta ciertos grados de inseguridad al tomar decisiones.

> Desaliento y, en ocasiones, deseos de terminar con todo e irse.

> Frustración, rabia y reacciones de rechazo.

Quizá se preguntará por qué el hombre es más proclive a pensar en el divorcio. La respuesta es sencilla, por las diferencias en su estructuración frente a la mujer, busca soluciones prácticas, lo que no desliga ese hecho, de que tales decisiones encierran un componente de irresponsabilidad.

UN PRIMER PASO, CAMBIAR HÁBITOS DESTRUCTIVOS

No se puede negar que tanto el hombre como la mujer, en el momento de contraer nupcias o unir sus vidas, traen consigo unos patrones de pensamiento y comportamiento que ya no aplicarían apropiadamente al convivir en pareja.

En esa dirección, es necesario cambiar los hábitos. Es un proceso en el que identificamos paradigmas que deben ajustarse o que quizá son equivocados y se decide modificarlos. Hacerlo, de la mano de Dios, nos puede tomar entre 30 y 60 días, de acuerdo con los especialistas.

> Una de estas transformaciones, que aplica particularmente a los esposos, es desarrollar una actitud amorosa hacia su esposa e hijos.

> El amor, la comprensión y una sana tolerancia, generan puentes de diálogo, acercamiento y fortalecimiento en la vida familiar.

> La confianza se recobra, entre otras, cuando damos un trato digno y considerado a la esposa y a los hijos.

> Es esencial reconocer los aspectos positivos y no solamente los errores de nuestro cónyuge.

> El proceso de cambio debe estar rodeado de perseverancia, no darnos por vencidos fácilmente.

Recuerde que el viaje de la vida, comenzando por el matrimonio y el privilegio de tener hijos, fue concebido por Dios para que lo disfrutemos. No para que se convierta en motivo de amargura. Por eso acudimos a Él, para que nos ayude en ese transitar diario.

No podríamos concluir sin antes animarle para que se acoja y apropie de la gracia de Dios. El Señor Jesús murió en la cruz para llevar nuestros pecados, traer perdón a nuestras vidas, ofrecernos una nueva oportunidad y asegurarlos la vida eterna. Reciba hoy a Jesucristo en su corazón.


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