Resolución de las diferencias de pareja

Las diferencias de criterio y aún las dificultades en la relación de pareja y con los hijos, deben convertirse con ayuda de Dios, en oportunidades para encontrar soluciones y avanzar hacia el crecimiento en la relación. Análisis a la luz de la Biblia.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Cuando hay conflictos, es muy común que los hombres se aíslen. Es una de sus formas de encarar las situaciones. Equivocada o no, es su manera de hacerlo. El problema radica en que, con regularidad, las esposas no entienden ese comportamiento y llegan a cuestionarlo. Pueden inclusive considerar que su cónyuge ya no las ama.

En la mayoría de los casos los maridos no explican su comportamiento y regresan, tiempo después de haberse sumido en ese mutismo, como si nada hubiese ocurrido. Por supuesto no comprenden el por qué su pareja se encuentra de mal humor.

Hay esposos que se encierran a ver televisión, leer o quizá, se quedan sumidos en el mutismo, sin hacer nada. Es su mecanismo de aislamiento.

Están en casa, pero al mismo tiempo, es como si se encontraran a kilómetros de distancia, o quizá, en la estratósfera.

¿Cómo abordar la situación? Lo apropiado es que el esposo diga algo como: “Regresaré dentro de un rato.” Esas pocas palabras le permiten a la esposa comprender que él quiere estar solo.

LA PERSPECTIVA DE LAS ESPOSAS

Para la mujer la recomendación durante esos tiempos de ausencia de su pareja, es que hagan algo agradable mientras él esté hibernando. Ayuda a disminuir las tensiones. Por lo regular, la mayoría de los hombres están dispuestos a hablar cuando se les pregunta algo, después de salir de la caverna.

En la otra cara de la moneda se encuentran los intereses de las esposas que le dan mucha importancia a los sentimientos. Con frecuencia esas oleadas emocionales son como la marea, que puede estar por igual alta o baja en el mar.

Aquí el problema es que los hombres fallan con más frecuencia de lo que deberían, causando daños a sus esposas. En ese orden de ideas, ellas no encuentran el apoyo que esperarían de sus maridos.

Aunque somos diferentes, el apóstol Pablo plantea que somos uno en Cristo:

“…pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3: 26-28 | RVC)

Lo que aproxima al hombre y a la mujer es que Dios los creo a los dos y les llamó a vivir en pareja. Si Él lo dispone, se hace posible.

En esa dirección no podemos utilizar nuestra masculinidad ni feminidad como excusa para aprovecharnos de la pareja. Estamos llamados a reconocer y aceptar nuestras diferencias, ayudarnos y animarnos.

TRANSFORMANDO LAS DIFERENCIAS 

Las debilidades en la relación familiar pueden convertirse en fortalezas. Partimos del presupuesto que las diferencias generalmente se asocian a conflictos. Si desde nuestra perspectiva ser diferentes no está ligado a no llegar a acuerdos, convertiremos esas situaciones en potenciales escalones para el crecimiento en la relación.

El paso esencial es conocer las diferencias que tenemos con nuestro cónyuge. No es un proceso que experimentamos en nuestras fuerzas, sino con ayuda de Dios:

“Gotera continua en tiempo de lluvia y la mujer rencillosa, son semejantes; Pretender contenerla es como refrenar el viento, o sujetar el aceite en la mano derecha.” (Proverbios 27: 15, 16 | RVC)

Identificar las diferencias no constituye un motivo para enfilar baterías en procura de juzgar o señalar los errores de la pareja, sino el paso para pedirle al Señor la sabiduría apropiada que nos permita manejar los conflictos.

Algo que no podemos desestimar son las capacidades, los talentos y los roles de cada uno, tanto el cónyuge como los hijos.

LIDERAZGO RESPONSABLE

Con un adecuado liderazgo espiritual, guiado por el Señor, aprendemos a sacar ventajas positivas que llevan al crecimiento en la relación con el cónyuge y con los hijos, por encima de las diferencias y circunstancias adversas.

El autor y expositor bíblico, Neil T. Anderson, anota:

“Estar sujetos a un líder que parece no poder o no querer ofrecer guía, genera ansiedad para cualquier hombre o mujer. Ser cabeza de hogar no es un derecho que se demanda, es una tremenda responsabilidad. Los esposos tendrán algún día que responder ante Dios y dar cuenta de lo que se les ha confiado.”

El liderazgo apropiado y la resolución de los conflictos se fundamenta en que el Señor Jesucristo ocupe el primer lugar en casa, que gobierne las relaciones con el cónyuge y con los hijos. Cabe aquí leer un pasaje Escritural altamente ilustrativo:

“Pero tú habla de lo que vaya de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la paciencia.  Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su porte y maestras del bien, no calumniadoras ni esclavas del vino; deben enseñar a las mujeres más jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas y sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.  Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; preséntate tú mismo en todo como ejemplo de buenas obras y muestra en la enseñanza integridad y seriedad, con palabras sanas e irreprochables, de modo que el adversario se avergüence y no tenga nada malo que decir de ustedes.” (Tito 2: 1-8 | RVC)

De la mano con las pautas para una relación armoniosa en el hogar y con las personas con quienes interactuamos, se encuentra otro elemento que resalta el apóstol Pablo:

“Todos debemos someternos a las autoridades, pues no hay autoridad que no venga de Dios. Las autoridades que hay han sido establecidas por Dios.  Por lo tanto, aquel que se opone a la autoridad, en realidad se opone a lo establecido por Dios, y los que se oponen acarrean condenación sobre ellos mismos.  Porque los gobernantes no están para infundir temor a los que hacen lo bueno, sino a los que hacen lo malo. ¿Quieres vivir sin miedo a la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás su aprobación…” (Romanos 13: 1-3 | RVC)

El sometimiento a quienes nos lideran, comenzando por el hogar, es fundamental. El sometimiento no es algo nuevo. Está registrado en las Escrituras. Negarnos al sometimiento, aunque está en el plan de Dios, es rebelarnos contra Él.

PROCESO DE AYUDA MUTUA

Cuando identificamos y aceptamos nuestras diferencias y no procuramos forzar el cambio de las otras personas, sino que dejamos esa labor en manos de Dios, nos permite experimentar crecimiento como familia.

En la Palabra leemos:

“El hierro se pule con el hierro, y el hombre se pule en el trato con su prójimo.” (Proverbios 27: 17 | RVC)

Ser competitivos o pretender ganar todos los conflictos puede levantar barreras en las relaciones y aun destruirlas. Una disposición permanente a ceder y conciliar puede resultar beneficiosa. No obstante, es evidente que no en todas las confrontaciones vamos a ceder.

Alrededor del tema, Neil T. Anderson, escribe:

“La mejor oportunidad para resolver conflictos es el momento cuando ambas perspectivas se escuchan, valoran y aprecian. No se impone un criterio sobre otro. Al enfrentar diferentes ideas y perspectivas tenemos el potencial de desarrollar más opciones, más soluciones.”

En la resolución de los conflictos debemos procurar que se haga todo en la perfecta voluntad de Dios.

Como parte de la solución de los conflictos debemos hacer nuestra aportación:

  • Aceptar que podemos haber fallado.
  • Enfocarnos en resolver las diferencias y no en culpar al cónyuge.
  • Reconocer el valor e importancia de la familia por encima de los conflictos.
  • Dejar de lado una actitud defensiva en la relación familiar.

Jamás pierda de vista el hecho de que las diferencias al interior de la familia no deben separarnos. Pueden constituir una oportunidad de unidad si aprendemos a entenderlas y aceptarlas. No es en nuestras fuerzas, sino en el poder de Dios, por Su infinita gracia.


Escuche las transmisiones de Vida Familiar  con Fernando Alexis Jiménez.


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