¿Realmente existe el cielo?

Quizá se haya preguntado si es posible ir al cielo, pese a nuestra pecaminosidad. Por supuesto que sí. Quien nos ha vendido la idea equivocada y perversa de una condenación eterna, sin Dios, es Satanás nuestro mayor adversario, enemigo de la gracia divina.

Quizá se haya preguntado si es posible ir al cielo, pese a nuestra pecaminosidad. Por supuesto que sí. Quien nos ha vendido la idea equivocada y perversa de una condenación eterna, sin Dios, es Satanás nuestro mayor adversario, enemigo de la gracia divina.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


Hoy día abundan libros que refieren experiencias más allá de la muerte. No entraré en detalles, para no polemizar. Pero llama la atención que quienes vivieron ese momento, coinciden en algo: han visto el cielo. Precisan que se vive una paz indescriptible y que el ambiente está exento de dolor. Por el contrario, todo es alegría.

¿Realmente es así? ¿Existe el cielo? En algo en lo que estamos de acuerdo es con el hecho de que el cielo es real, como lo describe la Escritura:

“Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva.  No volverán a mencionarse las cosas pasadas ni se traerán a la memoria.” (Isaías 65: 17 | NVI)

No se trata de un lugar de fantasía basado en la imaginación de algún prolífico escritor. En la Biblia se encuentran numerosas alusiones a su existencia eterna. Fue creado por Dios. No obstante, muchas personas consideran imposible saber más acerca de su existencia como espacio en el que estaremos por siempre.

El autor cristiano, Randy Alcorn, quien ha estudiado el tema a profundidad, anota que los seguidores de Jesús estaremos allí:

“Cristo no solo murió por nuestros pecados, sino que conquistó a la muerte por nosotros y derrotó a la muerte con la resurrección. Así que, cuando miramos la muerte de Jesús, entendemos que, tras su resurrección, nosotros también viviremos. Y el cuerpo que tuvo el Salvador tras la resurrección, es evidencia de que tendremos cuerpos nuevos, fuertes y saludables.”

Lo que nos espera tras cruzar el umbral de la muerte resulta alentador, aún si usted se encuentra enfrentando una enfermedad terminal. En Cristo hay vida por la eternidad.

REALMENTE, ¿PODEMOS IR AL CIELO?

Quizá se haya preguntado si es posible ir al cielo, pese a nuestra pecaminosidad. Por supuesto que sí. Quien nos ha vendido la idea equivocada y perversa de una condenación eterna como consecuencia de un Dios castigador, preocupado únicamente por pillarnos en error, es nuestro adversario Satanás.

Él no quiere que comprendamos nada acerca de la gracia de Dios, que trae perdón a quienes se arrepienten, les brinda una nueva oportunidad y les asegura la eternidad.

La salvación y la eternidad en el cielo son posibles por la sangre vertida por Jesús en el Gólgota:

“De hecho, la Ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón.  Así que era necesario que los modelos de las realidades celestiales fueran purificados con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquellos. Por eso Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. Tampoco entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.” (Hebreos 9: 22-26 | NVI)

No es por esfuerzos propios como alcanzamos el favor de Dios, es por Su infinita gracia. La gracia que nos permite emprender un proceso de transformación personal, espiritual y familiar.

El autor, Randy Alcorn, lo explica en los siguientes términos:

“Nadie va a ir al cielo basado en sus propias obras llegamos allí como un regalo de Jesús al arrepentirnos por nuestros pecados y confiar en lo que Jesús hizo en la cruz para redimirnos. Ese es el único camino para asegurar que el cielo será nuestro futuro hogar.”

Vivir la eternidad en Su presencia, ha sido el propósito de Dios para Sus hijos desde que creó el universo entero.

Bill Bright, Fundador del Campus Crusade for Christ. escribió:

«Muchos cristianos de hoy en día han perdido de vista el hecho de que el propósito supremo del hombre es glorificar a Dios

Es un regalo gratuito que podemos esperar, porque nos movemos en Su gracia divina, no en la condenación que traen los hombres.

DIOS NOS ESPERA CON ÉL, EN LA ETERNIDAD                 

Para evitar nuestra condenación eterna, Dios el Padre permitió que el Hijo muriera en la cruz:

“Pero ahora, sin la mediación de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la Ley y los Profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre. Así demostró su justicia, porque a causa de su paciencia, había pasado por alto los pecados pasados.” (Romanos 3: 21- 25 | NVI)

Es una verdad que muchos desconocen y que puede marcar una diferencia enorme en cuanto a dónde pasaremos la eternidad.

EL INFIERNO ES REAL

La otra cara de la moneda, la existencia del infierno, también es importante considerarla. Es el lugar en el que Satanás quiere que le acompañemos, en los tormentos.

Randy Alcorn, estudioso del tema, precisa:

“El infierno es real. La gente va al infierno debido a sus pecados. Puesto que todos han pecado, el infierno es el lugar al cual irán automática cuando mueran si nunca le han pedido a Jesús que perdone sus pecados. Jesús permitió pagar la pena de muerte en la cruz justamente para que nosotros no acabáramos en el infierno.”

Lo interesante es que muchos están condenados al infierno porque están interesados en lo presente y desestiman la eternidad.

Al respecto nuestro Señor Jesús enseñó:

“No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar.  Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar.” (Mateo 6: 19, 20 | NVI)

En esa dirección, es el momento apropiado para reevaluar nuestras prioridades.

¿A DÓNDE VAN QUIENES MUEREN?

En esencia podemos anotar que el cielo es donde habita Dios el Padre, Dios el Hijo y los ángeles. En ese lugar maravilloso los acompañan quienes han muerto en Cristo.

El evangelista Felipe, en el primer siglo, vio el cielo cuando era apedreado por una multitud en retaliación por su fe en Jesucristo. Cuando agonizaba, dijo:

“—¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!” (Hechos 7: 56 | NVI)

El cielo, además de real, es el lugar que nos espera. Pero, hay algo más: el cielo como nuestra morada será transformado, como también enseñan las Escrituras:

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».” (Apocalipsis 21: 1-4 | NVI)

Dios mismo estará con nosotros en el nuevo cielo y la nueva tierra. Una experiencia maravillosa por toda la eternidad.

No podría concluir sin antes invitarle para que se apropie de la gracia de Dios. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Emprenda una nueva vida.


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