Los conflictos del matrimonio sí se pueden resolver

Antes que sentirnos culpables por los tropiezos en la relación de pareja, debemos entender que somos cristianos en proceso de construcción y que los momentos difíciles vendrán. Nuestro desafío es encontrar las soluciones. Con ayuda de Dios, es posible.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar


¿Crisis en el matrimonio? Son previsibles. Ninguna persona que esté casada, puede decir que jamás ha experimentado diferencias, y algunas de ellas, graves. Si alguien se atreve a asegurarlo es porque su relación va tan mal, que ya ni se habla con el cónyuge. Por ese motivo no tiene peleas.

¿Son inevitables? Definitivamente no. En esa dirección nos corresponde aprender a manejar las situaciones conflictivas y, en lo posible, procurar soluciones como escribe el apóstol Pablo:

«En cuanto de ustedes dependa, hagan lo posible por vivir en paz con todo el mundo. Y no se tomen la justicia por propia mano, queridos míos; dejen que sea Dios quien castigue, según dice la Escritura: A mí me corresponde castigar; yo daré a cada cual su merecido —dice el Señor—.  A ti, en cambio, te dice: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber.  Así harás que su cara le arda de vergüenza.» (Romanos 12: 18-20 | Versión La Palabra)

En ese orden de ideas, antes que sentirnos culpables por los tropiezos en la relación de pareja, debemos entender que somos cristianos en proceso de construcción y que los momentos difíciles vendrán.

De la mano con ese convencimiento, procurar arreglos. Son necesarios y, además, están en consonancia con un seguidor de Jesús que ejerce una influencia positiva y transformadora entre quienes le rodean, comenzando por la familia.

PERMANECER EN UNIDAD MATRIMONIAL

El autor y conferencista en temas de familia, Mike Mason, anota:

“La boda es apenas el comienzo de un proceso que dura toda la vida; es un proceso en el que la persona entrega absolutamente todo, lo que es como ser y no solamente lo que posee. No hay hombre o mujer a quien este proceso no le quebrante. Es atroz e inexorable y nadie puede resistirse.”

Por su parte el escritor y terapeuta familiar, H. Norman Wright, señala lo siguiente:

“Cuando un hombre se une a una mujer, los dos se convierten en una sola carne. Este término describe la unidad que les asiste y la permanencia que Dios ha previsto para ambos, mediante el matrimonio. También implica una singularidad única, es decir, el compromiso de lograr la intimidad en todos los aspectos de la vida… Los dos están tan unidos que parecen uno solo, pero a la vez mantienen su propia personalidad e identidad. Adquieren una personalidad matrimonial que permanece en los dos.”

En ese orden de ideas, si los dos –el hombre y la mujer—fueron concebidos por Dios para ser uno solo, al unirse en matrimonio, es primordial que hagamos nuestro mejor esfuerzo para permanecer, sin pensar o acudir al divorcio. La separación debería ser una solución extrema.

Debemos ser conscientes que el matrimonio en si mismo es vulnerable y más en una sociedad con antivalores como aquella en la que nos desenvolvemos. La convivencia en medio de las diferencias pone a prueba la capacidad de amar y ser amados.

Cuando surgen problemas, que insistimos, son previsibles, quedan solo dos alternativas:

  • Huir ante la ocurrencia de conflictos.
  • Someter el ego a Dios, quedarse y perseverar.

Aquí cabe recordar la enseñanza de nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo:

«… Por esta razón dejará el hombre a sus padres, se unirá a una mujer y ambos llegarán a ser como una sola persona. De modo que ya no son dos personas, sino una sola. Por tanto, lo que Dios ha unido, no debe separarlo el ser humano.» (Mateo 19: 5, 6 | VLP)

Probablemente hayamos pensado en divorciarnos. Si es así, antes de actuar, ore al Señor y medite en la trascendencia de ese paso, aun cuando cada día en su país crezcan exponencialmente las cifras de separaciones.

UN ALTO EN EL CAMINO PARA EVALUARNOS

Siempre viene bien evaluarnos. Es posible cuando hacemos un alto en el camino. Esos momentos de auto análisis, deben ir acompañados de oración para pedirle al Padre que nos oriente alrededor de qué esta mal y en qué debemos aplicar correctivos.

Alrededor de este asunto de examinarnos, el salmista escribe:

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” (Salmo 46: 10 | RV 60)

Esperar en Dios, descansar en Él y confiar que nos abrirá puertas para salir del conflicto, es una de las mejores disposiciones que podemos asumir.

Si el Padre obra en nuestro ser, sin duda el camino para resolver los conflictos matrimoniales será posible. Recuerde que lo escribe el apóstol Pablo:

“En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad, humildad y dominio de sí mismo. Ninguna ley existe en contra de todas estas cosas.” (Gálatas 5: 22, 23 | VLP)

Por supuesto, hay momentos en los que la desesperación nos arrastra. Posiblemente usted haya caído en esa situación. Pensó: “Hasta aquí llegué, no sigo más con mi pareja.”

No le estamos cuestionando estos pensamientos. Simplemente le recomendamos que antes de actuar, pida la orientación divina. El Señor le mostrará el camino que debe seguir.

Antes de concluir, le animo para que se apropie de la gracia de Dios. Fue por amor y gracia que Jesús murió en la cruz para traer perdón a nuestros pecados, ofrecernos una nueva oportunidad y asegurarnos la vida eterna. Reciba hoy a Jesucristo en su corazón.

@FernandoAlexisJiménez


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