Dios nos revela Su gracia

Nuestro adversario, Satanás, no descansa en su propósito de impedir que las personas conozcan el amor de Dios, el perdón de los pecados y la vida eterna.

Nuestro adversario, Satanás, no descansa en su propósito de impedir que las personas conozcan el amor de Dios, el perdón de los pecados y la vida eterna.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


¿Le resulta sorprendente que aun cuando la gracia de Dios fue concebida desde la eternidad, hoy día muchos desconocen en qué consiste y cuál es su alcance?

Nuestro adversario, Satanás, no descansa en su propósito de impedir que las personas conozcan el amor de Dios, el perdón de los pecados y la vida eterna.

El apóstol Pablo, después de ser un reconocido legalista con actitudes inmisericordes como podemos leer en Hechos 8: 1-3, fue comisionado por Dios para proclamar la gracia a los gentiles, es decir, aquellos que no eran de ascendencia israelita.

Asumir ese honroso privilegio le demandó un alto costo de persecución, sufrimiento y múltiples encarcelamientos:

“Por esta razón yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por el bien de ustedes los no judíos, me arrodillo en oración.  Sin duda se han enterado del plan de la gracia de Dios que él me encomendó para ustedes…” (Efesios 3: 1, 2 | NVI)

En todos los escenarios a los que tenía acceso, Pablo compartía el evangelio de la gracia a los no judíos que, por esa condición, tenían asegurada la condenación por la eternidad.

UNA SALIDA A LA INEXORABLE CONDENACIÓN

Frente al pecado del género humano, Dios mostró su amor infinito al concebir el plan que permitía que los pecadores recibieran perdón, perdón que obtenían no por obras sino por la gracia.

Permítame insistir en algo: el plan divino tiene un comienzo y un propósito específicos.

Desconozco cuál sea su situación. Quizá considera que no tiene ninguna oportunidad. Ha pecado tanto que piensa, no hay salida a la encrucijada en que se encuentra. Se siente atrapado y cada vez más, cayendo en una espiral sin fondo. Por todo lo anterior, mira el panorama ensombrecido delante de usted y cree que Dios ya lo desechó.

Está equivocado. Sí hay oportunidad. Viene de nuestro Padre celestial. Él piensa en usted y se conduele de la situación que enfrenta. Por ese motivo, desea abrirle las puertas a la transformación y, por supuesto, a la vida eterna.

¿Recuerda la escena de los condenados a muerte, junto con el Señor Jesús en el Gólgota? Permítanos repasar ese momento memorable:

“Resulta que había sobre él un letrero que decía:  este es el rey de los judíos. Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: —¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!  Pero el otro criminal lo reprendió: —¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena?  En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.” (Lucas 23: 38-43 | NVI)

El condenado que se arrepintió tenía temor de Dios como se puede inferir con una lectura cuidadosa del pasaje. En segundo lugar, reconocía su pecado, del cual se arrepintió y, tercero, le pidió a Jesús que lo mirara con misericordia cuando viniera en Su Reino.

Es una demostración de las consecuencias positivas y transformadoras de la gracia. La recibimos del Padre como un favor inmerecido en respuesta al arrepentimiento sincero y el deseo de cambio.

El Supremo Hacedor le anima y guía en el proceso de comenzar de nuevo y extiende, delante de usted, páginas en blanco para que escriba su nueva historia.

DIOS NOS REVELA SU GRACIA

Si por alguna circunstancia no logramos entender la grandeza y alcance de la gracia de Dios, es porque tenemos una venda sobre los ojos.

El apóstol Pablo anota que conoció el plan divino de la gracia por revelación:

“… el misterio que me dio a conocer por revelación, como ya les escribí brevemente. Al leer esto, podrán darse cuenta de que comprendo el misterio de Cristo. Ese misterio, que en otras generaciones no se dio a conocer a los seres humanos, ahora se ha revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Dios. Es decir, que los no judíos son, junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio.” (Efesios 3: 3-6 | NVI)

No incurrimos en error al pensar que logramos una comprensión de la gracia de Dios por revelación y no por méritos académicos o de mera investigación bíblica.

COMPARTA LAS BUENAS NOTICIAS

No solo usted sino también otras personas necesitan conocer las Buenas Nuevas de Salvación que tienen como eje esencial la gracia de Dios.

Una vez recibió la revelación acerca de en qué consistía, el apóstol Pablo no se detuvo en su labor:

“De este evangelio llegué a ser servidor. Este fue el regalo que Dios me dio por su gracia, conforme a su poder eficaz. Aunque soy el más insignificante de todos los creyentes, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo y de hacer entender a todos el plan divino, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas.” (Efesios 3: 7-9 | NVI)

Piénselo por un instante: Infinidad de personas siguen atrapadas en la condenación que se predica desde muchos púlpitos. Un distintivo del legalismo religioso que prevalece en nuestro tiempo. Los expositores apelan a las emociones de la membresía.

Dejan de lado la gracia, su significado, alcances y de qué manera marcan un antes y un después en la vida del creyente. Y se enfocan, muchos de ellos, en la prosperidad financiera y la motivación hacia la superación, desestimando doctrinas esenciales.

Si usted ha recibido esa maravillosa revelación, es hora de que la comparta con el mayor número de personas. No necesita un título eclesiástico. Simplemente la voluntad y la decisión de perseverar en esa labor de proclamación. Puede utilizar los medios que tenga a la mano.

Por supuesto, la primera alternativa son las redes sociales. Pero en una sociedad altamente conectada con la tecnología, el abanico de posibilidades es enorme.

El apóstol Pablo, en el primer siglo, hizo acopio de tres herramientas:

  • La proclamación pública de las Buenas Nuevas de Salvación.
  • La proclamación de las Buenas Nuevas de Salvación en las iglesias locales que no se reunían en templos, sino en
  • La proclamación de las Buenas Nuevas de Salvación a través de cartas que dirigía a personas y comunidades de creyentes.

Si usted depende del Señor, Él le mostrará las alternativas disponibles para predicar y tener mayor alcance entre quienes aún no conocen acerca de la gracia.

CONOCER LA GRACIA ROMPE LAS CADENAS

Es probable que por años hayamos estado atados al pecado. Satanás tomó ventaja de nuestras debilidades y de la apropiada utilización de las tentaciones para llevarnos a caer. Nos dejamos atrapar por las trampas.

Si nos levantábamos, no pasaba mucho tiempo antes de que nuevamente volviéramos a la misma situación. Presos nuevamente del pecado y con una sensación de rabia, frustración y el vivo deseo de no volver a intentarlo.

Conocer y apropiarnos de la gracia de Dios rompe las ataduras espirituales y nos liberta de una vez y para siempre:

“El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Efesios 3: 10, 11 | NVI)

Por la obra redentora del Señor Jesús en la cruz, ahora Satanás no tiene poder sobre usted y sobre mí. Cristo nos hizo libres y espera que sigamos firmes, disfrutando de esa libertad.

La clave radica en caminar prendidos de la mano del Señor Jesucristo. ¡Él nos lleva a puerto seguro!

“En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios. Así que les pido que no se desanimen a causa de lo que sufro por ustedes, ya que estos sufrimientos míos son para ustedes un honor.” (Efesios 3: 12, 13 | NVI)

La fe nos hace fuertes para vencer el pecado y desarrollar progresiva intimidad con Dios el Padre. Por la obra redentora de Jesucristo podemos entrar en Su presencia. También por fe, recibimos la fortaleza para dar cada día nuevos pasos.

Si todavía no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Aprópiese de la gracia de Dios y reciba perdón de pecados y vida eterna.


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