Comprométase con su familia

La vida familiar se construye cada día. No es en nuestras fuerzas, sino prendidos de la mano de Dios, acogidos a Su gracia ilimitada. El esposo debe amar a la esposa, dicen las Escrituras, y la esposa debe respetar al marido.

La vida familiar se construye cada día. No es en nuestras fuerzas, sino prendidos de la mano de Dios, acogidos a Su gracia ilimitada. El esposo debe amar a la esposa, dicen las Escrituras, y la esposa debe respetar al marido.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


Hasta aquí están claras dos cosas: la vida matrimonial y familiar es un viaje maravilloso y, en segundo lugar, aun cuando haya dificultades, es posible superarlas no en nuestras fuerzas, sino con el poder de Dios.

Transversal a todo este proceso, el sometimiento. No es fácil, pero es necesario. Sometimiento a Dios, en primera instancia y a cada componente de la familia. Por favor, no me malinterprete: sometimiento entendido como respeto el uno por el otro, en el caso de los cónyuges, y sujeción de los hijos hacia los padres.

No es algo nuevo. Ha sido así desde el comienzo de la historia humana. Y cuando hay ese nivel de dependencia del Creador y sometimiento, las cosas funcionan.

El apóstol Pablo plantea el asunto en los siguientes términos:

“Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo. Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él su Salvador. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo.” (Efesios 5: 21-24 | NVI)

Por supuesto, lo que nos impide respetar al otro, bien sea a nuestra pareja o a los padres, es el orgullo. Ese mismo orgullo que nos lleva a creer que tenemos la razón en todo y que debe prevalecer nuestro criterio.

Solamente Dios nos transforma. Prendidos de Su mano, caminando con Él, experimentamos cambios en la forma de pensar y de actuar y, en esa dirección, el trato al interior de la familia es más gratificante.

Se requiere, entonces, decisión de cambio y acogernos a la gracia de Dios, que transforma y nos lleva al crecimiento diario.

EL ROL DE LA ESPOSA, ENGRANAJE EN EL HOGAR

El mayor problema quizá radica en espacios donde la mujer es relegada a un segundo plano. Su papel protagónico al interior del hogar, se minimiza. Ha formado parte de una cultura equivocada que ha prevalecido por mucho tiempo.

¡Es hora de cambiar el curso de la historia! Conforme lo aprendemos en las Escrituras, el paradigma debe romperse y dar a la esposa, el lugar privilegiado que le corresponde.

Aquí cabe tener en cuenta lo que dice la Palabra:

“Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia…” (Efesios 5: 25-29 | NVI)

Si el líder de la familia, el esposo, dice que honra y glorifica a Dios, esa afirmación debe ir de la mano con el amor que le prodigue a su cónyuge e hijos. No basta con decirlo, es necesario materializarlo, es decir, evidenciar el amor en el círculo de la familia.

El amor va acompañado de disposición para escuchar y asistir sus necesidades, asistirle en los momentos críticos, expresar lo que sentimos por los seres que amamos y un elemento esencial: perdonar cuando nos fallan.

INDEPENDENCIA EN LA VIDA FAMILIAR

Cuando unimos la vida a una persona, es esencial que rompamos el cordón umbilical hacia nuestros padres. Eso no significa dejar de quererlos, lo que representa es un paso a la independencia para caminar en dirección al fortalecimiento de la relación que estamos construyendo paso a paso.

Es un proceso, como todo, en el que cada día damos nuevos pasos y en el que es necesario perseverar.

Dice Pablo en su carta a los creyentes del primer siglo:

“… porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos llegarán a ser uno solo». Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo y que la esposa respete a su esposo.” (Efesios 5: 30-33 | NVI)

Observe cuidadosamente que el pasaje es claro en explicar las razones por las cuales debemos amar a la esposa y, en general, a la familia. Y concluye con un llamado: que el esposo ame a su esposa y la esposa, a su vez, respete al marido. Son dos elementos esenciales que ayudan a construir una relación sólida.

La familia es esencial. A través de ese núcleo, honramos y glorificamos al Señor. Para darle solidez, es esencial que dependamos de Él, nos acojamos a Su gracia y demos nuevos pasos cada día, para afianzar las relaciones con todos.


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