24Probablemente solo nos han enseñado sobre un Dios castigador, preocupado por pillarnos cometiendo equívocos para enviarnos al infierno. De lo que no nos han hablado, es del Dios de amor, que desea nuestra salvación eterna.
Cuando el apóstol Pablo llegó a Atenas, durante su segundo viaje misionero, en la metrópoli abundaban templos y estatuas; era la capital cultural del mundo griego. Eran idólatras.
La capital era transitada diariamente por millares de personas, si se tiene en cuenta que era un centro del comercio y, además, estado marítimo.
Es en este contexto cultural que se produce la visita y posterior reunión en el Areópago, ante una multitud de atenienses.
“Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy religiosos. Porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio.” (Hechos 17:22-23 | RVC)
Esa frase cobra vigencia hoy, cuando infinidad de personas habla del Señor y hasta saludan con un “Dios te bendiga”, pero no lo conocen.
De Dios deberíamos saber muchísimo más, por ejemplo, las siguientes verdades:
1. Que Dios nos habla en Su Palabra (Salmo 119:9-11)
2. Dios nos cuida y nos protege (Isaías 43:1-4)
3. Estamos grabados en el corazón de Dios (Isaías 49: 14-16)
4. Dios tiene compasión de cada uno de nosotros y nos restaura (Isaías 54:6-10)
5. Dios cuida de nosotros en todo momento (Ezequiel 34:11-16)
6. Dios pone sus preceptos en nuestros corazones (Jeremías 31:31-33)
7. Dios nos llama a tener una relación personal con Él (Oseas 11:1-4)
Este es el momento oportuno para acercarnos al Padre, quien nos permite desarrollar una relación personal con Él.
¿CÓMO ANDA SU RELACIÓN CON DIOS?
Puede que usted se llame cristiano. Pero, ¿sabe usted quién es Dios? ¿Tiene una relación personal con Él? Es hora de hacer un alto en el camino, porque aquí el asunto no es de conocimiento, sino de relación. De intimidad con Él.
Recuerde que, como escribió el salmista, Dios se revela a nosotros de manera personal:
“Dio a conocer sus caminos a Moisés; los hijos de Israel vieron sus obras.” (Salmo 103: 7 | RVC)
Nuestro Padre se revela al género humano y lo hizo en Jesucristo, como anota el apóstol Pablo:
“… mientras aguardamos la bendita esperanza y la gloriosa manifestación de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2: 13, 14 | Cf. Juan 1: 1, 14, 17; Hebreos 1:1-3 | RVC)
Al respecto, el teólogo norteamericano, Westlake Taylor Purkiser, escribió:
“… la fe cristiana descansa sólidamente sobre la convicción de que Dios no ha esperado que el hombre le encuentre, sino que Él ha venido a la raza humana mediante una revelación divina, y que tuvo su punto culminante en la llegada de Su Hijo unigénito para consumar la obra redentora.” (Citado en el libro “Creencias para la vida”)
Dios se hizo hombre y se manifestó al género humano (Juan 14: 9. 10), para traernos la salvación. Una demostración del amor de Dios:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3: 16, 17 | RVC)
Si no hubiese muerto Jesús en la cruz por nuestros pecados, habríamos sido condenados por la eternidad. Ninguna obra que hiciéramos, por buena que fuese, nos habría reconciliado con el Padre.
DIOS NOS AMA
Nos han venido la mitad del Evangelio. Nos dijeron que teníamos un Padre, pero la imagen que nos llevaron a concebir, fue la de un Dios castigador, pendiente de nuestros errores. Por supuesto, presto a imponernos una sanción, preferiblemente la eternidad en el infierno.
De lo que casi no se habla en los púlpitos es de su naturaleza amorosa, acerca de la cual escribe el apóstol Juan:
«El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.» (1 Juan 4:8-10; Cf. |RVC)
Pero de nada nos servirá saberlo únicamente. Es necesario creerlo, como escribe el teólogo, Westlake Taylor Purkiser:
“Por tanto la fe en Cristo es la fe salvadora cuando nos lleva a rendir la vida a su voluntad y a una confianza plena en su poder para salvar. Pero el resultado de la fe tal como se encuentra en nuestras vidas, no es solamente lo que nosotros hacemos acerca de la salvación, sino lo que Él hace en nosotros. Y Él obra en nosotros mediante el Espíritu Santo.” (Citado en el libro “Creencias para la vida”)
Insistimos, el asunto es relacional. Desarrollar intimidad con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo:
1.- Dios nos ama y, aunque hayamos pecado mucho, está dispuesto a perdonarnos (Juan 3: 16, 17)
2.- El Señor Jesús conoce nuestras fortalezas, pero también nuestras debilidades. Por eso, es nuestro ayudador (Hebreos 4: 15)
3.- En la cruz, nuestro amado Salvador compró a Su iglesia—de la que formamos parte—por Su sangre preciosa (Hechos 20: 28)
4.- El Espíritu Santo—Dios morando en nosotros–, nos acompaña siempre (Juan 14: 16-18)
Haga un alto en el camino. ¿Había pensado alguna vez en el Dios maravilloso que nos ama y está siempre con nosotros? Hoy es el día oportuno para volvernos a Él.
Pero no podríamos terminar sin antes hablar acerca de la gracia divina. Es por gracia y no porque lo merezcamos, que Jesús murió en la cruz para perdonar toda nuestra maldad. Sin embargo, no nos obliga a aceptar Su gracia. Es un paso que debemos dar por fe.
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Fernando Alexis Jiménez es ministro ordenado y sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Desde el 2016 dirige el Instituto Bíblico Ministerial. Transmite diariamente el Programa Vida Familiar.
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