Dios nos permite fortalecer la vida familiar. Él creó la familia y se ocupa de cimentarla para que permanezca firme, por encima de todas las circunstancias.
Fernando Alexis Jiménez | Editor del blog SalvosporlaGracia.com
La familia es muy preciada a los ojos de Dios. De hecho, fue Él quien concibió esa maravillosa institución (Génesis 2: 24). Y es el Padre quien nos puede ayudar cuando se presentan conflictos, bien sea con el cónyuge o con los hijos.
El Señor Jesucristo debe ser el centro de nuestro espacio familiar. Tomar esa decisión nos asegura la victoria, por encima de las circunstancias:
El reconocido terapeuta de familia y escritor, James Dobson, escribió:
“Para mantener un hogar centrado en Cristo es necesario desarrollar una vida de oración. Tener una relación personal con el Señor Jesucristo. Él es la piedra angular de todo matrimonio. Además, es quien le da significado, sentido y propósito a cada aspecto de la vida, con el cónyuge y con los hijos.”
En ese orden de ideas compartimos cinco fundamentos que darán solidez a la vida familiar:
1.– Edificar un hogar centrado en Cristo.
2.– Mantener firme la decisión de amar a la familia, por encima de las circunstancias.
3.– Cultivar una buena comunicación con la pareja y los hijos.
4.– Dedicarle tiempo de calidad al cónyuge y a los hijos.
5.- No crearse falsas expectativas respecto al cónyuge.
6.- Cuidarse de las reacciones descontroladas.
7.- Colocar a Dios y a la familia, en primer y segundo lugar respectivamente, en cuanto a las prioridades.
Por supuesto, los momentos difíciles vendrán, pero es evidente que caminar tomados de la mano del Señor Jesús nos ayuda a vencer las dificultades (Juan 16:32, 33)
Ahora, si se trata de conflictos, bien sea con el esposo, la esposa o los hijos, debemos evidenciar tolerancia:
“No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo.” (Filipenses 2: 3 | RVC)
Si Dios gobierna nuestro corazón y le permitimos tomar el control, no hay dificultad por grande que parezca, que no podamos resolver.
LA ORACIÓN CONTRIBUYE A UNIR LA FAMILIA
Un aspecto esencial que debe prevalecer en toda familia, es la oración unos por otros. En caso de que solo sea uno de sus componentes quien profese fe en el Señor Jesucristo, está llamado a asumir ese liderazgo en el clamor.
En cierta ocasión nuestro Salvador Jesucristo compartió un principio contundente que pervive en el tiempo:
«Todo reino dividido contra sí mismo queda devastado. No hay casa que permanezca, si internamente está dividida.» (Lucas 11: 17 | RVC)
La oración es un elemento que contribuye a la unidad familiar. La autora y conferencista, Quin Sherrer, precisa:
“Dios tiene respuestas aún para las situaciones más desesperadas o imposibles. Él quienes buscar a nuestros hijos dañados emocionalmente o perdidos. Desea alcanzarlos para Su reino. Para hacerlo, son importantes nuestras oraciones. Un intercesor debe amar lo suficiente para tomar el lugar de alguno o de todos los componentes de la familia.” (Citada en el libro “Cómo orar por los hijos”)
Si adoptamos el principio de orar diariamente por nuestra familia, Dios responderá con poder, en consonancia con Su voluntad:
“Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá.” (Marcos 11: 23 | RVC)
Recuerde siempre que Dios extiende Su divina gracia a la familia.
«Pero el Señor es eternamente misericordioso; él les hace justicia a quienes le honran, y también a sus hijos y descendientes, a quienes cumplen con su pacto y no se olvidan de sus mandamientos, sino que los ponen en práctica.» (Salmos 103: 17, 18 | RVC)
Tenga la firme certeza de que nuestro amado Dios escucha las oraciones e intervendrá en aquellas situaciones que usted lleve a Su presencia. Lo hace por que nos ama, por su gracia infinita.
RECOMENDACIONES PARA ORAR POR LA FAMILIA
Está claro que, con ayuda de Dios, apuntamos al fortalecimiento de la vida familiar y, que, de la mano con ese propósito, entendemos que la oración es un fundamento importante.
Al asumir el principio de orar por el cónyuge y por los hijos, debemos tener en cuenta:
1.- Ser específico en lo que pedimos a Dios.
2.- Es aconsejable aunque no obligatorio, acompañar las oraciones con la lectura de la Biblia (Romanos 10: 17).
3.– Lleve un diario de oración en el que consigne cuáles son sus peticiones a Dios y la fecha en que reciben respuesta.
4.- Pídale a Dios que cumpla Su voluntad en la familia.
5.- Persevere en la oración.
Tenga presente lo que anota el apóstol Santiago:
“… La oración del justo es muy poderosa y efectiva.” (Santiago 5:16 | RVC)
Lo esencial y, permítanos insistir en el asunto, es tener fe y perseverar. Dios responde con poder.
Él nos ama y desea lo mejor para nosotros. En Su infinita misericordia, extiende la gracia inmerecida para toda familia (Hechos 2: 39; 16: 31; 1 Corintios 7: 14)
La decisión de rendir su familia a Dios y permitir que Él ocupe el lugar que le corresponde, está en sus manos, como en alguna ocasión lo expresó el patriarca Josué:
“Pero si no les parece bien servirle, escojan hoy a quién quieren servir, si a los dioses que sus padres adoraron cuando aún estaban al otro lado del río, o a los dioses que sirven los amorreos en esta tierra donde ahora ustedes viven. Por mi parte, mi casa y yo serviremos al Señor.” (Josué 24: 15 | RVC)
En esa dirección, comparta con su familia los principios y valores que aprendemos en las Escrituras:
“Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6: 7 | RVC)
Hoy es el día oportuno para emprender una nueva vida junto con su familia. La gracia de Dios está disponible para todos, pero el Padre no nos obliga. Él respeta nuestra libertad.
Aprópiese de la gracia de Dios. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo, el Salvador. Ya Él pagó en la cruz por todos sus pecados—pasados, presentes y futuros–, para ofrecernos una nueva oportunidad y asegurarnos la vida eterna.
© Fernando Alexis Jiménez | @Devocionales35
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