Que un bebé no traiga crisis al hogar

Las Escrituras son claras cuando nos enseñan en el Salmo 127, que los hijos son una bendición de Dios. En ese orden de ideas, no pueden convertirse–como ocurre en algunos hogares–, en motivo de discusión.


Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo


Ocurre. Simplemente ocurre. Y no en otro planeta, sino aquí en la tierra. Es un proceso biológico natural. El nacimiento de un bebé, trae cambios en la vida familiar, e imprime una nueva dinámica en las relaciones entre los cónyuges.

Desde que Nicolás llegó a nuestro hogar, si bien es cierto nos sentimos entusiasmados, mi esposa ya ni me mira”, se quejó un hombre quien pidió consejería pastoral.

Ser madre no implica descuidar a su marido. Es un grave error.

¿Qué peligros se corren?

  • La estabilidad en la relación conyugal.
  • Descuidar el hogar.
  • Descuido en la presentación personal.
  • Enfocarse en la criatura y en nadie más, ni siquiera en los otros hijos.

Cuando ocurre, es necesario dialogar. No permitir que desencadene incomodidades que pueden llegar a convertirse en crisis.

Una de las formas prácticas es dividirse las tareas, para que el marido no se sienta excluido.

YENDO AL CONSEJO DE LA PALABRA DE DIOS

En todo momento, es menester recordar lo que escribió el apóstol Pablo a su discípulo:

«…que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos,”(Tito 2:4 | La Biblia de Las Américas)

Y también a los creyentes de Corinto:

«Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer {lo cumpla} con el marido. La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os privéis el uno del otro, excepto de común acuerdo {y} por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; volved después a juntaros a fin de que Satanás no os tiente por causa de vuestra falta de dominio propio.»(1 Corintios 7:3-5)

Lo esencial es identificar si en algo se está fallando y aplicar correctivos.

Y por encima de todo, permita que sea Jesucristo quien gobierne su familia. Sólo Él sabe cómo hacerlo.


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